[dropcap]E[/dropcap]l viejo adagio reza que la desesperación es parte del fracaso. La avenida Tiradentes ha sido llenada, literalmente hablando, de pilotillos cuyo propósito ha sido mejorar la circulación de vehículos. Pero ha sucedido todo lo contrario; el caos es mayor y al parecer no hay una solución en el horizonte cercano.
He sido de los más fuertes críticos al desorden que impera en la Capital dominicana, a toda luz una selva de cemento en la que los animales andan a diestras y siniestras. Se impone la ley del más fuerte y ni la AMET ha podido controlar la arrabalizada ciudad.
Los resultados que hemos visto con los pilotillos de la Tiradentes dejan claramente establecido, por más buenas intenciones, que no son más que fruto de la improvisación en que se maneja el tránsito en el Distrito Nacional. Hemos pasado por alto que el principal obstáculo, con miras a una salida definitiva, radica en la falta de educación generalizada, iniciando por las buenas costumbres que deben aprenderse en los hogares.
Los pilotillos de la Tiradentes han sido un fracaso y lo serán hasta tanto no admitamos que la educación y el deseo de querer llegar primero que todos (no dejar pasar a nadie porque el “yo” siempre tiene la razón) afecta lo que debería ser normal en cualquier ciudad.
Ciertamente que hay horas pico en todas partes, pero Santo Domingo ha visto empeorar su tránsito a niveles que parecían insospechables hace un par de años. Y seguirá empeorando.
La deuda social en educación, la carencia de un régimen de consecuencia efectivo, autoridades que realmente la ejerzan y ciudadanos conscientes de su responsabilidad, impiden que fluya el tránsito con normalidad, incluso en las horas que sí deberían ser pico (rush hour).
Con educación y un régimen de consecuencias nos ahorramos los pilotillos de la Tiradentes y ese dinero, seguro, lo utilizaríamos en otras prioridades. Hay que REPENSAR muchas cosas en materia de política de tránsito en el país.