En República Dominicana constantemente se informa que la presión tributaria (recaudación total del Gobierno) equivale a alrededor del 15% del producto interno bruto (PIB). El dato se debe a ese es el total de ingresos que recauda el Gobierno, mientras que los gastos rondan el 19% del PIB. De ahí que el déficit fiscal de cada año es de no menos de un 3% del producto.
Pero cuando usted le pregunta a cualquier empresario o persona fiscal formalizada que realiza actividades económicas y que paga sus impuestos son su nivel de presión tributaria, seguro contestará que ronda el 30%. Esto así, porque el Impuesto Sobre la Renta (ISR) es de un 27%, para las personas físicas llega a un 25%, además de que el Impuesto a la Transferencia de Bienes Industrializados y Servicios (ITBIS9 es 18%, más 10% de selectivo al consumo, que para algunos servicios es superior, así como otros gravámenes vi-gentes.
Por todo lo anterior, la presión tributaria en el país no es 15%, sino que “resulta en” 15%, debido a que el 56% de la actividad económica se realiza en la informalidad y solo el 44% de los formales paga sus impuestos. Si tuviéramos un 80% de formalidad económica, por poner un ejemplo, tal vez la presión tributaria alcanzaría el 25%, sin crear ni aumentar impuestos.
Pero como los formales son los que cargan con casi todos los impuestos, o al menos con los directos, entonces es ahí donde constantemente surgen ideas para evadir o, por lo menos, eludir esos compromisos tributarios, a los fines de que la carga sea menos pesada.
Recientemente viví una interesante experiencia relacionada con la evasión fiscal. Voy a un establecimiento a comprar mercancías por el orden de los 100,000 pesos. Cuando le pido la factura con número de comprobante fiscal (NCF) al vendedor, éste me dijo que no disponía de ello y que por eso me aplicó algunas rebajas.
Le dije que necesito la factura con crédito fiscal y me propuso lo siguiente: “déjeme el nombre de su empresa y el número de registro nacional de contribuyente (RNC). Cuando yo realice una compra a alguno de mis suplidores, le daré sus datos para que me entregue una factura con crédito fiscal, la cual le entregaré para que usted reporte esa compra como si la hubiera hecho usted, y la que me está haciendo a mi ahora no la reporta, porque no tiene NCF”.
No quise aceptar la propuesta, pero luego analicé que esa es una forma “triangulada” de evadir impuestos. Fíjese que ese comerciante tiene una empresa formal, le compra mercancía gravable a suplidores formales y le vende al detalle a clientes que no siempre están en la formalidad. Como sus clientes no le piden factura con NCF, él se ahorra el ITBIS, o más bien se lo gana, pues de los 100,000 pesos que me vendió seguro invirtió 60,000, obtuvo 22,000 de ganancia, a los cuales se agregan otros 18,000 de ITBIS que me cobró, pero no reportó.
En todo caso, yo no pierdo, porque él se compromete a entregarme una factura por un consumo aproximado a los 100,000 pesos, donde obtendré el NCF y podré deducir ante la autoridad tributaria el ITBIS que se supone pagué dentro de los 100,000 que consumí.
Usted dirá que como su suplidor es formal, seguro reportará la venta que le hizo y eso se reflejará en la Dirección general de Impuestos Internos (DGII). Pero, al hacer ese reporte la que aparecerá como su cliente es mi empresa y no la de él, y yo también haré el reporte, por lo que la “operación” se queda entre su suplidor y yo, mientras él queda en el medio con doble ganancia y la evasión del impuesto.
También usted dirá que el fisco no pierde, porque de todas forma se va a registrar una compra y un pago de ITBIS, pero sí lo hace, porque lo que el fisco recibirá es el reporte de ventas entre dos empresas y no entre tres, por lo que dos estarían tributando, pero el tributo de la otra no llega a las arcas públicas.
Pero, si se fijan, es la evasión de una empresa formal. Las informales no evaden, porque sencillamente es como si no existieran, lo cual es peor para los fines de recaudación.