Papi, transfiéreme. Esta es una frase recurrente entre hijos y padres, especialmente para pagar gastos de universidad, comprar algo básico de su día a día o simplemente para ir al cine con amigos. A veces esta “orden transaccional” se da porque hay una urgencia, ya sea propia de la edad o por un tema de celebración en fechas especiales.
Es muy difícil, por no decir imposible, que hoy los hijos pidan dinero físico a sus padres, por lo menos en estratos socioeconómicos de clase media hacia arriba. Sucede así porque, además de la edad y el acceso a la tecnología, su contacto con el dinero físico es prácticamente nulo desde que comienzan a ser adultos.
Muchas de las actividades que hoy realizan los jóvenes: pedir un taxi, pagar una entrada de cine, comprar en un restaurante o tienda, así como cubrir gastos universitarios, las realizan con tarjetas (de débito o crédito). De hecho, en algunos casos hay negocios que “se extrañan” de cobrar en efectivo. La devolución, por lo general, se convierte en un reto, ya que casi nunca hay menudo o cambio. Con el efectivo, además, el redondeo es una práctica que, por lo general, perjudica a los consumidores.
Todos sabemos, porque es harto conocido entre quienes manejan estos temas, que el uso de efectivo va en picada, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Ante su desuso, y no sólo es un tema de seguridad, sino por la agilidad y control de las finanzas, la actitud de nuestros hijos viene a ser una predicción de lo que en el mediano plazo sucederá con los billetes y monedas en poder el público.
Este cambio en la economía ha venido en el tiempo, algunas veces lento y otras no tan lento, pero indetenible. Sabemos que aún una gran parte de la población, principalmente los de mayor edad y más reacios al uso de las tecnologías, prefieren utilizar el efectivo. Sin embargo, esto es un tema cultural que irá desapareciendo conforme hay un cambio generacional.
El Banco Central destaca que la transaccionalidad a través de medios de pago electrónicos es cada vez mayor, esto como resultado de la preferencia de su uso por parte de usuarios financieros, la amplia disponibilidad de productos y servicios digitales, así como las iniciativas promovidas para impulsar las transacciones a través de medios digitales.
Los números no mienten: Entre 2008 y 2021, el volumen de pagos de este tipo se incrementó 503.5%, mientras los cheques decrecieron 33.7%. En 2008 se registraron 76.5 millones de pagos electrónicos y se emitieron 32 millones de cheques, por su parte. en 2021 pasaron a ser 462.0 millones y 21.2 millones, respectivamente. En términos de participación, en 2008, el 70.5% de los pagos se efectuaron con medios de pago electrónicos y el 29.5% con cheques, mientras que, en 2021, se ubican en 95.6% y 4.4%, respectivamente.
Emitir dinero, sin embargo, también tiene sus ventajas para los bancos centrales. El señoreaje resulta una actividad que genera ingresos para estas instituciones emisoras de dinero, por lo que habrá que ver cuál ser la solución ante lo que parece inevitable.