Las tensiones en la cadena de suministro como consecuencia de los ataques en el Mar Rojo son un ejemplo de cómo la estabilidad política influye en la estabilidad del mercado. El comercio marítimo a través del Canal de Suez ha experimentado una disminución del 50% en el volumen comercial en los primeros dos meses de 2024.
Como alternativa para mitigar el riesgo de pérdida las compañías navieras han tenido que desviar sus buques alrededor del Cabo de Buena Esperanza. Esta nueva ruta implica el recorrido de entre 5,000 a 6,500 kilómetros adicionales que supone una duración de entre 7 y 10 días extras, ha generado retrasos en los tiempos de espera en los puertos y el aumento en el costo de transporte, pues abandonar la ruta que atraviesa el Canal de Suez significa renunciar al acceso más corto entre los puertos asiáticos y el Mediterráneo y, como es lógico, a mayor distancia mayores costos.
Estimaciones del Índice de Presión en la Cadena de Suministro, elaborado por el Banco Mundial, pronostican que el cambio de ruta, redirigiendo los buques por el Cabo de Buena Esperanza, repercute en un encarecimiento de un millón de dólares solo en combustible.
Es importante destacar que esta ruta marítima tiene una gran importancia sistémica, ya que facilita el 15% del volumen del comercio marítimo mundial según el portal de Port Watch del Fondo Monetario Internacional (FMI), afectando a muchas economías importantes, incluyendo las de Medio Oriente, Europa, Asia y África.
La ruta del Mar Rojo es esencial para las exportaciones de petróleo de Medio Oriente a Europa y de Rusia a Asia y esto es particularmente importante debido al efecto inflacionario que puede tener en los precios del petróleo debido a su doble impacto como costo de producción y de transporte.
La incertidumbre asociada a estos costos dificulta la planificación de las cadenas de suministros y estrategia de producción de las empresas haciendo que la fijación de precios sea menos efectiva y restando estabilidad en los mercados. Sumado a esto, la disminución del flujo comercial por el Canal de Panamá, que maneja alrededor del 5% del comercio mundial, como consecuencia de la falta de disponibilidad de agua por sequía, también se ha visto afectado negativamente en un 32% en el volumen comercial en comparación con el año anterior.
Para las economías pequeñas, con una alta dependencia de las importaciones, como lo son las economías del Caribe, cualquier evento que cause interrupción en el flujo comercial, en este caso la inestabilidad política en el Canal de Suez que obstaculiza la eficiencia en el transporte de mercancías desde China, expone su vulnerabilidad ante las políticas comerciales internacionales.
La búsqueda de alternativas menos eficientes en términos de distancia recorrida produce retrasos en la cadena de suministros y en las entregas de productos que podría generar escasez en sectores más vulnerables como el minorista y en las industrias que dependen de bienes importados como maquinarias y materias primas para la producción. Todo esto se traduce en un aumento de los costos de transporte y, por consiguiente, de los precios de los bienes importados que a su vez afectan el poder de compra de los consumidores finales aumentando la presión inflacionaria.
De seguir con este conflicto se podría comprometer la capacidad de transporte a nivel global, con potencial de replicar la crisis en la cadena de suministro en 2021 ante la recuperación del comercio global luego de la pandemia covid-19.
En un mundo cada vez más globalizado, la incertidumbre asociada la disminución del flujo comercial plantea desafíos significativos para la estabilidad y el crecimiento económico y el bienestar social a nivel mundial, por lo que es fundamental buscar soluciones resilientes que aseguren la continuidad del comercio internacional.