Para nadie fue gran sorpresa que el presidente Luis Abinader haya logrado la reelección en los comicios de mayo 2024, con un porcentaje de votación que no dejó mucho espacio para interpretación.
En un ejemplo de civismo democrático y madurez política, los dos principales opositores del candidato presidencial realizaron llamadas de reconocimiento de la victoria de Abinader esa misma noche. A partir de agosto de este año, Abinader iniciará un segundo cuatrienio, un período que tendrá muchos desafíos.
En primer lugar, el Presidente tendrá que mantener y reafianzar la lucha contra corrupción. No hay dudas de que se ha realizado un gran esfuerzo desde la Procuraduría General para encausar casos de presunta o alegada corrupción administrativa, pero éstos parecen estar empantanados. Será necesario que lleguen a una conclusión para evitar que sean vistos como meras acciones políticas contra la oposición.
En este mismo sentido, el Gobierno tendrá el gran desafío de evitar la corrupción que suele ocurrir durante segundos períodos de gestión del Estado. Históricamente, y es algo que hemos visto en nuestro país en reiteradas ocasiones, la tentación de los funcionarios, sus familiares y allegados de incurrir en actos dolosos aumenta de manera desproporcionada una vez están en el cargo por un tiempo. El tiempo dirá si así será en este caso.
El Presidente también se ha referido a que esta elección será su última, y que dejará el cargo en el año 2028. No obstante, la tentación de repetir en el cargo es una que han sentido muchos gobernantes en el pasado, y suele ser una de las causas que lleva a los partidos en un sendero negativo. También tendremos que ver si Abinader puede resistir la tentación de reformar la Constitución y optar por un tercer período.
En el ámbito de reformas, nos espera la discusión de un pacto fiscal con miras a crear un mayor balance tributario. Es necesario aumentar la presión fiscal en el país y crear un sistema tributario equilibrado que permita que las finanzas públicas alcancen un punto sin déficits, asegurando de esta manera que el país siga creciendo. Pero también es importante que cualquier reforma no golpee a los sectores productivos.
Respecto a todos los desafíos previamente mencionados, debemos también notar que se desarrollarán en el contexto de una hegemonía del PRM en todos los niveles de gobierno. El PRM contará con una mayoría absoluta en ambas cámaras legislativas, lo que le permitirá aprobar cualquier propuesta legislativa, incluyendo leyes orgánicas y hasta una modificación constitucional.
A modo de reflexión, debemos recordar que en el año 2016, el PLD logró una reelección presidencial con el 61.7% del voto, obteniendo 26 de los 32 escaños en el Senado y una mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Ahora, apenas ocho años más tarde, no cuenta con un solo representante propio en el Senado y obtuvieron alrededor del 10% de los votos a nivel presidencial.
La hegemonía en un determinado momento o en una elección no le asegura la permanencia o supervivencia de un partido, si éste no se avoca a una labor de servicio pública digna de la confianza que le han depositado los dominicanos, algo que el PRM deberá tener muy en cuenta.