[dropcap]L[/dropcap]os resultados que obtuvo República Dominicana en las pruebas PISA demuestran que todo lo que se ha venido diciendo del sistema educativo, respecto a la necesidad de mejorar la calidad de la enseñanza, se ha quedado corto. Y yo diría que demasiado corto.
El ministro de Educación, Andrés Navarro, actuó con responsabilidad al ser, él mismo, quien diera a conocer los resultados de este programa de evaluación internacional de los estudiantes, y que, por supuesto, han sido calificados por la opinión pública como “verdaderamente penosos”.
Estos resultados deben ponernos en alerta como sociedad. Las autoridades que lideran el sistema educativo dominicano no pueden cruzarse de brazos. Tomar las medidas pertinentes ahora es un imperativo impostergable. Acción Empresarial por la Educación (Educa) previó que así quedaríamos.
De aquí a una década, sumándole el 4% PIB, habrá que pasar balance respecto a la forma en que estamos invirtiendo tantos recursos en el sector educativo. Es justo reconocer que estas autoridades no son las responsables del desastre, pero sí tienen la obligación de tomar cuantas medidas sean necesarias para cambiar este panorama.
Los responsables de que el país haya reprobado en estas pruebas, o sea, de que nos quememos, habrá que buscarlos en los primeros 12 años de gobierno de Joaquín Balaguer, en los primeros ocho del PRD (Antonio Guzmán Fernández y Salvador Jorge Blanco), en los primeros cuatro de Leonel Fernández, en los cuatro de Hipólito Mejía, en los siguientes ocho de Leonel Fernández y en los primeros cuatro del presidente Danilo Medina.
Sin duda, todos son responsables de esta vergüenza nacional. Se nota que los miles de millones de pesos que como Estado hemos destinados a “educar a nuestras generaciones” sólo se han ido en pagar salarios y otros gastos corrientes que en nada contribuyen con la calidad del sistema educativo. Siempre es saludable tener profesores bien pagados, pero resulta muchísimo mejor si los resultados hablan por sí solos sobre cómo estamos haciendo las cosas. Y todo indica que lo hemos hecho pésimo.
No se trata sólo de compararnos con países como Singapur, Taiwán, Holanda, Canadá, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos y Japón; no, no se trata de eso. Debemos guardar las distancias respecto al nivel educativo que ellos han logrado, pues en ellos entendieron hace muchísimos años que la educación es la base fundamental del desarrollo.
Aquí, a juzgar por los resultados, apenas hablamos de eso, pero nada de implementarlo.