[dropcap]E[/dropcap]l viejo refrán de que no se sabe lo que se tiene hasta que se pierde es tan cierto como la muerte. República Dominicana goza de una estabilidad económica que, aun con los cuestionamientos con o sin razón, ha impedido estallidos sociales de consecuencias inimaginables.
Lo correcto, a propósito de esta estabilidad de que gozamos los dominicanos, es plantearnos ahora qué debemos hacer para no caer en la realidad amarga que viven los venezolanos, para citar un caso.
Tenemos fuertes problemas de deuda, sí; hay dificultades de déficit fiscal, sí; la inseguridad ciudadana es de alta preocupación, sí; hay impunidad, sí; la corrupción actúa a sus anchas, sí; pero tenemos un país bonito, rodeado de un mar estupendo y gente maravillosa.
¿Cómo cambiar este panorama? Para ser sincero, con nosotros mismos o con quien sea, no hay una fórmula mágica que valga en el entorno que recibe cada día los rayos del sol que iluminan a este país.