Casi todos los países del mundo han experimentado mejoras en la longevidad. Estamos realmente viviendo más años, con Japón a la cabeza, producto de una dieta óptima y un estilo de vida con baja tensión y ejercicios físicos frecuentes. La reducción de la mortalidad ha sido más acelerada en los países en desarrollo que en los países industrializados. Pero, por favor, no debe confundirse la esperanza de vida al nacer, que está muy influenciada por la mortalidad neonatal, con la mortalidad que interesa a los planes de pensión, que es la mortalidad en la tercera edad, o sea, a partir de los 60 a 65 años, creando los cohortes recurrentes de pensionados que optarán por el retiro.
Tampoco debe confundirse la esperanza de vida con las tablas de mortalidad utilizadas por las compañías de seguros. El valor presente de una renta vitalicia no es derivado de la esperanza de vida. Son dos conceptos totalmente diferentes. La esperanza de vida equivale al número de años que un conjunto de asegurados vivirá en promedio. Unos fallecerán en un año, otros en dos, otros en cinco o 30 años. Pero el promedio ponderado equivale a la esperanza de vida, que según tablas actuariales equivale aproximadamente a unos 23 años para el personal femenino y 20 años para el personal masculino en el entorno demográfico de República Dominicana. Este es el valor que utilizarían las AFP para “orientar” al asegurado en la selección de la renta programada, que es una renta financiera y no actuarial, asumiendo el asegurado el riesgo de longevidad (si vive más años que el promedio esperado “pierde”, y “gana” si fallece temprano. Realmente serían los familiares sobrevivientes quienes pierden o ganan). Pero las compañías de seguros Nno usan este mecanismo.
El valor presente de una renta vitalicia mide el monto unitario que, con intereses, cubre el compromiso actuarial hasta la muerte de un colectivo de pensionados, lo que puede ocurrir a cualquier edad. Es similar al mecanismo de amortización de un préstamo, que equivale al monto que necesita el prestamista, con intereses, para pagar la obligación hasta su vencimiento, excepto que la renta actuarial incluye la probabilidad de muerte a cada edad, resultando un valor presente menor que la renta cierta.
Hace varios días escuché a un alto funcionario del área de recaudación de la seguridad social horrorizado por el abuso que están cometiendo las compañías de seguros al utilizar tablas actuariales que en el extremo exceden de 100 años. Sería conveniente que asimile que es una tabla de mortalidad y una renta vitalicia. Probablemente el asegurador utilice tablas con tasas de mortalidad conservadoras, que aumentan la cuenta individual requerida para una renta específica. Pero que la tabla se extienda a 100 años no tiene un impacto material; más relevantes son las tasas de mortalidad en los primeros 20 o 25 años después del retiro. Más importante también serían los cargos iniciales de gestión (comisiones) y el requerimiento del asegurado de no confrontar pérdidas en las rentas vitalicias, pues debe cubrir gastos administrativos y obtener utilidades para los accionistas.
Más complejo sería el entorno de rentas “dinámicas” ajustables por inflación, así como las rentas sobre varias personas, y los supuestos de inflación salarial (no general) que inciden en el cálculo de las tasas de reemplazo, temática de mayor especialización actuarial.