El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro decidió quitarle tres ceros al “supradevaluado” bolívar. Sin duda, esta es otra de las tantas decisiones ilógicas de un régimen carente de credibilidad hasta entre sus propios colaboradores. Ha querido agarrarse del movimiento de la “posverdad” para disfrazar una realidad que a cada instante empeora.
Quitarle tres ceros a su moneda tiene muchas lecturas, pero hay dos que sobresalen. La primera es que podría interpretarse como uno de los últimos zarpazos de un gobierno que, creyéndose el cuento de la revolución socialista del siglo XXI, está consciente de la debacle económica en que está, culpando a otros de su desgracia.
La otra lectura es más grave, pues es un indicativo de lo desastrosa de su política económica, la cual está amarrada a los caprichos políticos de un ser que no tiene idea de cómo debe funcionar el aparato económico de una nación. Los resultados son elocuentes: La Asamblea Nacional de Venezuela estima que en 2018 la inflación fue de 231.6% y la interanual es de 6,147.1%.
Quitarle tres ceros, por más vueltas que quiera darle el régimen de Maduro, no resuelve el problema estructural de la economía venezolana: falta de credibilidad y una hiperinflación provocada por la devaluación y la escasez. El poder adquisitivo de la población ha caído a niveles insospechables.
La nueva moneda, llamada “bolívar soberano”, que estaría en circulación a partir del 4 de junio, vendrá en las denominaciones de 2, 5, 10, 20, 50, 100, 200 y 500. Esto, por supuesto, no implica una recuperación de su valor, pues el de mayor denominación equivaldrá a sólo 0.01 dólar, si se toma el cambio oficial de 43,980 bolívares por dólar.
La parte absurda y que demuestra la descoordinación de la política monetaria, otra debilidad que se agrega la desconfianza, es que hace sólo algunas semanas el presidente del Banco Central de Venezuela, Ramón Lobo anunció, por segunda vez, el lanzamiento de un billete de 100,000 bolívares, con el cual apenas se podría comprar un café pequeño en una cafetería popular. Un litro de leche cuesta cerca de 300,000 bolívares.
Y para el colmo de los colmos, una ciudad que lleva por nombre Elorza, cerca de la frontera con Colombia, emitió su propia moneda municipal para facilitar el intercambio comercial con turistas. Esto, por supuesto, es una muestra de la profunda crisis de efectivo que afecta al país. Lo que sucede en este país es indescriptiblemente insólito.