La contaminación ambiental es uno de los problemas que más afecta la salud de los seres humanos, animales y plantas que comparten como hogar el planeta Tierra. La humanidad lleva sobre sus hombros la mayor parte de la culpa en la problemática y, por lo tanto, tiene la responsabilidad de enmendar sus faltas.
Cada año, millones de toneladas de residuos terminan en los océanos. Más del 70% son de plásticos y pueden tardar hasta 500 años para degradarse en el ambiente mientras ponen en riesgo a alrededor de 600 especies marinas.
Muchos países toman medidas para disminuir el uso de plástico. República Dominicana, por ejemplo, apoya la campaña “Mares Limpios” del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que busca reducir drásticamente la contaminación por plásticos en los océanos.
El director de Educación y Divulgación Ambiental del Ministerio de Medio Ambiente, Bernardo Adam de la Cruz, explica que existen dos tipos de reciclajes: uno industrial, que utiliza maquinarias y el otro artesanal, el cual se utiliza cada vez más en el país.
De la Cruz asegura que Medio Ambiente ofrece talleres para capacitar a la ciudadanía sobre el manejo adecuado de los desechos sólidos. Uno de ellos consiste en enseñar a elaborar artesanías con materiales reciclados.
Los participantes en los talleres pueden elaborar floreros con papel periódico o de revistas, juegos de muebles con neumáticos para automóviles inservibles, lámparas con cartón o tubos PVC o con botellas plásticas y carteras con fundas de plástico.
Esas fundas, que son las mismas que entregan en los supermercados y otros comercios para cargar las mercancías, también son usadas por la Asociación de Artesanos y Servicios Marinos (Arsemar) para elaborar bolsos y llaveros.
De 2015 a finales de 2016, la entidad, apoyada por la Fundación Grupo Puntacana, ha generado ingresos sobre los US$15,000 por la venta de las artesanías hechas con pez león y fundas plásticas recicladas.
Además de las ganancias que reciben las artesanas, la actividad tiene un gran valor, principalmente para el medio ambiente, partiendo de que cada año un billón de bolsas de plástico termina en los océanos.
De acuerdo con Arsemar, la elaboración de una cartera requiere de hasta 40 fundas plásticas que podrían haber terminado en los océanos.
Innovación
República Dominicana es uno de los mayores productores de banano del mundo. Además de las exportaciones, que en 2017 ascendieron a US$198.1 millones, ese rubro puede generar otros ingresos para las zonas productoras del país.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) cuenta con un proyecto en Valverde, Azua y Montecristi, donde utilizan los desechos de banano para elaborar artesanías.
La iniciativa ha ayudado a más de 700 mujeres de Valverde, enseñándoles a convertir la fibra del tallo y la cáscara del banano en carteras, sombreros, cuadros, pulseras, collares, floreros, flores, entre otras artesanías.
Luciana Mermet, representante del PNUD, asegura que han tenido muy buenos resultados, debido a que la fibra de banano es un buen material y adecuado para el clima que caracteriza al país.
“Si eso es así para el banano, no quiero pensar lo que podemos hacer con la industria del coco y miles de otros sectores que tienen potencialidad. Hay que empezar a identificar las áreas que se pueden trabajar”, señala.
Reconoce que el tema de los desechos sólidos es complejo e involucra varios entes: quiénes producen, quiénes regulan y quiénes consumen. Pero considera que este es el momento de hacerlo, porque sino “las generaciones venideras nos van a señalar y nos lo van a recordar”.
Mares limpios
El plástico es dañino para la vida marina, puesto que las criaturas del mar pueden enredarse en bolsas y otros desechos, o confundirlo con comida.
Pero también representa un peligro para el ser humano. Estudios recientes han encontrado micro plásticos en tejidos comestibles de peces comerciales.
Esas son las razones por las que países como Panamá, Argentina, Antigua y Barbuda, así como las Islas Galápagos, de Ecuador, prohibieron el uso de las bolsas desechables. En algunos de ellos también se prohibieron los sorbetes o pajitas.