El reconocimiento del principio de que facilitar el comercio internacional resultaría en mayores riquezas para todos fue una de las grandes conquistas del período posterior al fin de la Segunda Guerra Mundial. El Acuerdo General sobre Aranceles Aduanales (GATT, por sus siglas en inglés) fue firmado por 23 países en 1947.
El GATT, un éxito mundial, estableció el marco normativo internacional para facilitar el comercio y la reducción de aranceles. A la raíz de la caída del Muro de Berlín, el GATT fue reemplazado en 1994 por un nuevo tratado (el de Doha) en el cual se formó la Organización Mundial del Comercio (OMC) y se acordaron nuevas iniciativas con la finalidad de incentivar el intercambio comercial entre los países del mundo. Tanto los países desarrollados como aquellos en vía de desarrollo se han visto beneficiados por este esquema.
La llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos marca un cambio radical en esta política de apertura comercial, la cual, además de todo, habría sido liderada y auspiciada por dicho país. El discurso del candidato Trump resaltaba la necesidad de “poner a (a EE.UU.) primero” y de “tomar acciones contra aquellos países que se han aprovechado de (EE.UU.)”.
En su discurso el ahora presidente Trump sostiene que la República Popular de China se “aprovecha” del intercambio con EE.UU., y, por lo tanto, debe ser sancionada para corregir la falta de balance. Con esta finalidad, impuso aranceles de más de US$50 billones a bienes importados desde China.
La finalidad de esta medida es de favorecer a ciertos sectores productivos dentro de EE.UU. mediante la imposición de aranceles, los bienes producidos en China serán más caros en el mercado estadounidense, por lo que favorece a los productos nacionales.
No obstante, como retaliación, China también impuso aranceles equivalentes respecto a productos de EE.UU., por lo que las medidas del presidente Trump pueden favorecer a los productores nacionales dentro de su mercado, pero los perjudica en China.
Ya que las cadenas de producción internacional dependen de un libre y fluido intercambio de bienes y servicios, el daño de esta guerra comercial no se limita a los países involucrados, sino a todo el mundo.
Ahora —con la amenaza de gravar la totalidad de los bienes importados desde China, y China amenazando de tomar medidas “proporcionales” respecto a EE.UU.— peligra la economía mundial y el esquema establecido desde el final de la Segunda Guerra Mundial, sin que se perfile ningún ganador, solo perdedores.