[dropcap]E[/dropcap]l concho era cosa de hombres, hasta que llegaron ellas, vestidas con el coraje que solo la responsabilidad familiar es capaz de forjar. Nada las detiene, ni siquiera los estigmas sociales que asignan oficios específicos para cada género o los implacables rayos del sol caribeño, que con voracidad se alzan cada día y hacen estragos sobre las pieles desprevenidas.
A todas las mueve el mismo sentimiento: el apego a sus hijos, por quienes están dispuestas a enfrentar diariamente los peligros de la delincuencia o el acoso que puede implicar ser mujer en el tercer mundo.
Una de ellas es Nancy Contreras, quien ha destinado los últimos 15 años de su vida al negocio del traslado de pasajeros, desde que tenía 24 años, y a una casa por la cual responder.
Gracias a este oficio ha podido criar a sus tres hijos de 23, 20 y 14 años, tras haberse quedado como madre soltera durante siete. El trabajo duro de la calle no era una opción, sino cuestión de necesidad.
“Yo tenía que pagar casa junto a mi madre, que me ayudaba a mantener mis hijos y a mis hermanos más pequeños”, cuenta Nancy, mientras recuerda los días en que su progenitora abandonó el país ilegalmente a través del Canal de la Mona.
La madre de Nancy logró asentarse en Puerto Rico, desde donde le enviaba el dinero que le permitió comprar tres carros viejos para alquilarlos. “Los choferes me engañaban. Hasta por una goma que se les pichara no me pagaban el día. Y ahí fue que yo dije: pero déjame aprender a hacer esto”. Así inició su historia como conductora de la ruta Tiradentes, donde sus ingresos diarios rondan los RD$2,000.00.
Ya es bastante conocida entre los pasajeros asiduos, pero hay quienes no aceptan hacer el recorrido con una conductora. “La gente se lo encuentra raro. Algunos se te montan y luego se bajan cuando ven que es una dama que va al volante”, cuenta.
Sin embargo, quienes desdeñan la labor de Nancy pierden la oportunidad de apreciar la mítica capacidad femenina de prestar atención a varias asuntos a la vez. Y es que su capacidad de cobrar el pasaje, observar la vía y ver la novela en su TV de baterías, es admirable.
También en la Tiradentes
Lila de la Rosa es otra de las mujeres que se dedican al transporte de pasajeros. Cada mañana deja su casa en Cristo Rey y prepara su autobús azul, con capacidad para 30 personas, para recorrer la ruta Tiradentes-Feria, donde puede ingresar entre RD$3,000 y RD$3,500 diarios. Claro, las oscilaciones dependerán de la presencia de estudiantes en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Así se busca el sustento diario.
Desde los 15 años, cuando vino desde Dajabón, se insertó en el trabajo de la limpieza de casas y luego pasó a fungir como controladora de la ruta en la que actualmente trabaja. Con ese trabajo crió a sus hijas de 27 y 26 años, quienes residen en Estados Unidos con su padre.
“Mi esposo era chofer cuando en la Tiradentes se transportaba en motoneta. Tuvimos dos hijas. Yo fui aprendiendo lo que era una ruta y el oficio. Yo empecé a ser control, fui cobradora y hasta ahora que soy chofer. Luego él se fue para afuera y se llevó a las dos niñas. Yo tengo cuatro nietos en Nueva York que todavía no conozco, pero que he visto por Facebook. Quisiera poder visitarlos a todos”, manifiesta.
A pesar de su escasa formación académica, Lila ha podido ir creciendo. Adquirió su ruta o derecho a transitar el corredor Tiradentes como indemnización por cesantía en su empleo en el sindicato. Sus ahorros le permitieron adquirir una guagua Hyundai que se encontraba en desuso y la reparó para convertirla en su actual proyecto profesional.
“Como manejo yo misma mi guagua, me duran mis piezas, mis gomas y he podido hacer mi crédito. Hago mis viajecitos y así me voy desenvolviendo”, relata.
Winston Churchill
Sus ocho años en la ruta de la avenida Winston Churchill han hecho de Marta Montero una mujer hábil, decidida, despierta, de armas a tomar. Es de esas que no se amedrentan ante los brabucones y saben granjearse el respeto de sus compañeros.
Pero no siempre fue así. En principio el miedo la acompañaba, porque no contaba con las habilidades necesarias para ser conductora. La calle fue su maestra, junto a la necesidad de alimentar a su pequeño de dos años, luego de que el padre los había abandonado.
De la separación de su excompañero sentimental obtuvo un carro con el que pudo ahorrar hasta adquirir una de esas codiciadas rutas, cuyo valor alcanza los RD$450,000.
“Cuando mi esposo y yo nos separamos, él me dejó muchas deudas y compromisos, lo que me trajo aquí. Cuando entré a trabajar no sabía conducir bien, pero me arriesgué y gracias a Dios he sabido defenderme”, afirma.
Para Marta, uno de los aspectos más difíciles de su trabajo es tener que levantarse a las 4:00 de la mañana y trasladarse desde Villa Altagracia hasta el corazón de la capital, en busca de la comida de su niño menor, que ya tiene 10 años. Justo sobre él está puesto uno de sus más grandes anhelos: verlo convertido en un profesional que no tenga que padecer la dureza de la calle.
Crecimiento. El número de mujeres ha ido en aumento, según Socorro Monegro, de la Federación Nacional de Mujeres Transportistas.
Protección del pasajero. La presidenta del sindicato afirma que se ha demostrado que las conductoras proveen mayor seguridad a los usuarios.
Trabajo igualitario. “Aunque se concebía como un trabajo solo para hombres, se demostró que también pueden hacerlo las mujeres”, asegura Monegro.