Hace un tiempo aprendí que el liderazgo se fundamenta en el servicio. Darse incondicionalmente en favor de mejorar una situación o las circunstancias de otras personas es la mayoría de las veces un camino directo a recibir afecto, admiración, respeto y otros sentimientos que pueden ponernos en una posición privilegiada.
Mahatma Gandhi, Martin Luther King Jr., Nelson Mandela y la Madre Teresa de Calculta, son solo algunos de los personajes de la historia reciente que dedicaron sus vidas a servir a causas que en general eran y son consideradas justas, lo que les permitió congregar a las masas y los convirtió en íconos venerados por multitudes.
En el mundo empresarial, diríamos que lo que pone a una organización en un lugar cimero no es tanto su tamaño, trayectoria o activos, sino los actos a través de los cuales ofrece soluciones y mejoría a sus clientes, relacionados y a las comunidades en donde se encuentra.
El liderazgo, entendido como la capacidad de influir, atender y guiar a las personas, es entonces una herramienta muy poderosa que inicia y termina en el servicio, y que es vital para generar los cambios que son requeridos.
Por eso, cuando hay situaciones de crisis como las que estamos padeciendo actualmente a raíz del covid-19, es cuando se hace más necesario que líderes de todos los ámbitos y niveles asuman el rol que les corresponde.
Tras los daños que va dejando esta pandemia, hemos visto cómo decenas de figuras públicas, ONG’s y empresas han mirado hacia la gente y han puesto al servicio de ellas su voz, su influencia, sus capacidades y recursos.
Y es así como debe de ser. Cuando las calamidades llegan y se desdibujan las sonrisas, los que como individuos o como colectivo podemos ejercer algún tipo de influencia para transformar el estado de las cosas debemos decir presente de manera decidida y contundente.
Es un asunto que va más allá de lo material. Es sobre todo una implicación moral. El llamado es a enviar la señal correcta, esa que aviva la esperanza y calma el desasosiego. La que indica que el momento para levantarse es siempre ahora, nunca después.
Una de mis películas favoritas es “The Last Samurai”. En una de sus escenas el personaje que interpreta Tom Cruise es vapuleado por su rival y tumbado al piso varias veces en el proceso de aprender a pelear con el gun (palo que se usa como arma en algunas artes marciales). Pero Cruise se levanta una y otra, y otra, y otra vez con el poco aliento que le queda.
Ante las adversidades, ese es el tipo de espíritu que se imprime desde el verdadero liderazgo.