[dropcap]S[/dropcap]oy optimista. Me inscribí hace muchos años en la lista. Creo en mi país y en su gente. No creo en el futuro, creo en el presente.
Ahora bien, el optimismo del ministro de Agricultura, Ángel Estévez, respecto al control de la Mosca del Mediterráneo, me llena de escepticismo. Él debe ser más respetuoso de la capacidad de los demás. Sabe muy bien que como país estamos medido en un tremendo lío. Aún no se ha inventado una fórmula para acabar con esta mosca.
Si fallaron los sistemas de control y no pudieron detectar un cargamento de frutas o vegetales contaminados (en este país todo el mundo trae lo que sea sin ser revisado), no es verdad que ahora que el problema es grande y con proporciones catastróficas podrán controlar el problema. Me despertaron el escepticismo.
Hay que aplaudir los esfuerzos, pero la situación no es tan simple como la quiere pintar Ángel Estévez en sus declaraciones a la prensa. Si ciertamente él debe mantener la ecuanimidad y no alarmar, reacción propia de sus funciones, también es cierto que no debe minimizar el problema, pues eso hará que la población no se integre en la justa medida.
Un cordón sanitario real debería tener un monitoreo permanente no sólo en los centros de producción, sino hasta en los puestos ambulantes de venta de frutas, en los peajes, en los vertederos y en cualquier otro lugar que pudiera ser propio para que esta mosca o cualquier otra plaga se desarrollen.
Lo cierto es que la tenemos aquí en nuestro territorio y que sacarla será (casi) imposible. Ponerse los zapatos de los cientos de productores que ahora tienen sus cosechas en ascuas y que fueron devueltas desde Estados Unidos o que no pudieron salir del país, es una decisión que debería hacer el ministro de Agricultura. Recomienda a los productores estar “moca” por la forma en que se ha manejado esta crisis.