[dropcap]E[/dropcap]n la actualidad los resultados absolutos de la economía dominicana parecen altamente satisfactorios y apuntan a un adecuado manejo de su política económica. De una parte la producción real de bienes y servicios -PIB- ha venido mejorando paulatinamente, hasta cerrar en un 7.3% en 2014 y apunta a un comportamiento igualmente satisfactorio este año.
De la otra, un incremento envidiablemente bajo del índice de precios acumulado a junio de tan solo 0.6%, un exiguo 1.58% durante todo 2014 y menos de 4% los dos años anteriores, con lo cual se ha logrado evitar el muy pernicioso flagelo de la inflación, el peor de todos los impuestos por su nefasto impacto directo sobre la población de más escasos recursos.
Entonces, nos preguntan a diario ¿por qué no se perciben dichos resultados en la calle, cómo es que estas alentadoras cifras benefician al pueblo dominicano, por qué no aumenta su capacidad real de consumo, qué pasa con el empleo? Ciertamente, dicha angustia es muy válida, como veremos a continuación.
El desempeño tan favorable proviene de aquellos sectores de la economía que, por su propia naturaleza, absorben relativamente poco empleo.
El sector Servicios lidera tal crecimiento del PIB, conformado por segmentos como el financiero, comercio, hotelería, transporte, educación y salud; siendo éste el sector que genera menos empleo y donde además se aprecia la mayor productividad, por lo que la tendencia de absorción de mano de obra a futuro se mantendrá baja. Vale decir, a pesar de sus buenos resultados no contrata mucho personal adicional.
Está seguido por el sector Industrial donde participan minería, manufactura y construcción, donde potencialmente se absorbe más mano de obra que en el anterior, en especial en la construcción, con niveles de productividad proporcionalmente más bajos y mayor capacidad laboral.
De hecho, minería y construcción muestran un buen desempeño en los resultados recientes, por encima de la manufactura. Aquí es donde se han generado la mayor cantidad de puestos de trabajo. Como ejemplo, la venta de cemento creció 18% en 2014 y se espera otro 5% de crecimiento para este año. De ese consumo, el sector público representa el 35% y el sector privado el 65%.
Por último está el sector Agropecuario, con muy poca contribución relativa al PIB y con mínima productividad, el cual puede absorber mucha mano de obra a corto y mediano plazo. Hubo un incremento significativo en su desempeño el año pasado, pero aún así su aporte es todavía marginal. Además, las humildes condiciones del medio rural (salud, vialidad, infraestructura en general) causan un éxodo permanente hacia las urbes en busca de mejores oportunidades.
Por todo lo anterior, atiende a razón que la gestión del Estado se deba orientar prioritariamente hacia la promoción de áreas específicas de alto impacto laboral como lo son la construcción y el agro, con su capacidad de absorción inmediata de mano de obra directa e indirecta.
Esto se traduce en mejoras palpables para la población en un plazo relativamente corto, por vía del empleo formal y el crecimiento de los salarios reales; y tienden a la creación de la infraestructura física y la producción de bienes primarios que tanta falta hacen.
Ahora bien, la impresión es que en efecto este ha sido el camino transitado en años recientes en cuanto a las políticas públicas: construcción permanente de vialidad, escuelas, acueductos, centros de salud y otras obras similares han sido la prioridad, así como también el apoyo a los productores agropecuarios con tecnología, irrigación y financiamiento para promover su desarrollo.
Ambos segmentos han venido creciendo -en especial construcción- y con ellos las condiciones disponibles para la población de los estratos más afectados. En los últimos tres años se han creado más de 300,000 nuevos puestos de trabajo en el sector formal de la economía, de los cuales al primer semestre de 2015 le corresponden unos 50,000.
El Estado generó aproximadamente un 25% de ese crecimiento laboral, dejando en claro que el sector privado ha respondido a las mejoras en las condiciones macroeconómicas y en las condiciones de inversión.
No obstante todo lo anterior, hay circunstancias muy particulares de Quisqueya que afectan los beneficios tangibles que se derivan de estos resultados; en especial el impacto que causa la relación con el vecino país, ya que una parte de estos beneficios son absorbidos por mano de obra importada, lo cual distorsiona seriamente su impacto en el mercado laboral y en la economía dominicana en general.
Esta distorsión afecta también otros segmentos de la vida nacional, como seguridad y salud, por citar algunos de ellos.
Este escueto análisis, visto con los ojos de un trashumante, sólo pretende verter algo de luz sobre la interrogante que a diario encontramos en los distintos foros de la ciudad y que no es otro que: por qué la tan anunciada generación de riqueza no reduce la pobreza de forma acelerada.