[dropcap]C[/dropcap]alladitos, pero muy calladitos, están los choferes del transporte público y aquellos que transportan alimentos desde los centros de producción hasta los mercados de abasto.
La reducción que han experimentado los combustibles en sus precios, y más con la última rebaja anunciada por Industria y Comercio, llama a reflexión y a cuestionamientos sobre por qué no hay una transferencia directa a los costos del transporte. Nadie ha dicho nada.
Los consumidores, comerciantes y demás suplidores deberían tomar en cuenta que los reclamos son necesarios de ambos lados, siempre que las circunstancias lo ameriten.
Para nadie es un secreto que los carros de concho se mueven con GLP en más de un 95% y que el transporte pesado, o sea, de patanas y camiones que cargan alimentos y otros productos básicos, es con gasoil.
En estas últimas semanas hemos visto que han bajado de precios, pero eso no se traduce en el costo de los servicios. ¿Quién podrá defender a los consumidores?