República Dominicana está ante la necesidad irreversible de hacer una reforma fiscal profunda. Si se parte de la Estrategia Nacional de Desarrollo, aprobada en 2012, ya llevamos más de ocho años en retraso.
Como país, hemos perdido un tiempo precioso para tomar las decisiones que realmente importan desde el punto de vista de la calidad de vida. Además, es lógico pensar que no haber asumido con responsabilidad estos compromisos legislativos han afectado otros planes.
Al presidente Luis Abinader, quien ha tomado la decisión valiente de dar la cara en medio de una crisis económica producto de la pandemia, aunque ya hay señales claras de recuperación, habrá de reconocérsele en el tiempo, si es que al final lo decide, haber sometido el proyecto de reforma fiscal consciente de las consecuencias políticas inmediatas que pudiera traerle.
Y es bueno subrayar que cualquier efecto negativo sólo será en lo inmediato, pues peor podría ser si el trago amargo no se “saborea” en estos momentos, tomando todas las precauciones de lugar. Aunque este no es un tema sencillo, como lo admite, las decisiones más incómodas deben ser tomadas con determinación.
Es cierto que una reforma fiscal en un contexto de crisis resulta ser aún un trago más amargo, pero algo hay que hacer si lo que se quiere es amainar el flujo de recursos productos de las emisiones de deudas. Sólo en los últimos 12 meses el Estado ha tenido que sumarle alrededor de US$9,000 millones a la deuda pública, una cifra sin precedentes en la historia reciente de nuestro país. Este monto, al mismo tiempo, equivale a casi la pérdida neta que sufrió el producto interno bruto (PIB) en 2020, cuya contracción fue de -6.7%.
Es necesario tener cuidado con la recuperación. Volver al ritmo prepandemia de manera sostenida podría tomarse un tiempo importante. Experimentar un crecimiento de dos dígitos durante varios meses consecutivos es una señal positiva, pero es recomendable ser cauto.
En un escenario de estrés social, de crisis económica, con un entorno hostil aunque haya suficiente liquidez para buscar recursos frescos, es inteligente ser prudente para no equivocarse.
La reforma fiscal profunda debe ser abordada como un tema de interés nacional. Todos los sectores, sin excepción de su tamaño y ponderación, deben ser tomados en cuenta. Por supuesto, la prudencia es una receta válida en éste y todos casos en que se comprometa el futuro económico de los dominicanos.