Una autopista debe ser rápida, segura y admitir un volumen de vehículos considerable que haga que el flujo del tránsito sea superior a cualquier carretera secundaria.
Cuando observamos lo que sucede con la llamada autopista Duarte ocurre todo lo contrario: inseguridad, lentitud, carriles ocupados por el tránsito público, negocios a sus orillas y peligrosa por la cantidad de cruces ilegales que abren negocios y personas interesadas. Las muertes que provocan estas irregularidades son conocidas por toda la sociedad.
Es más, hay tramos de esta vía que no llegan a parecerse ni siquiera una avenida, pues están invadidos por todo tipo de obstáculos. Este país debe definir bien lo que es una autopista y las normas que deben aplicarse, así como una avenida, autovía, calle, callejón y lo que sea. Para esto sólo se necesita una cosa: voluntad política. Aplaudimos lo que hace Obras Públicas en este sentido.