La escasa llegada de turistas extranjeros a la isla indonesia de Bali está ralentizando la recuperación de este conocido destino turístico que apenas sobrevive con la llegada de visitantes locales y la amenaza de la variante ómicron.
Desde octubre, las autoridades indonesias redujeron las restricciones por el covid-19 y empezaron a permitir la llegada de turistas extranjeros, aunque deben realizar una cuarentena de hasta 10 días.
La situación es mejor este año que el pasado en Bali, pero la recuperación está siendo desigual y muchos trabajadores locales apenas llegan a final de mes.
En el área de Canguu los bares y discotecas están llenos de clientela, mientras que algunos locales continúan acumulando polvo debido al cierre en Kuta, un poco más al sur de la isla.
Las autoridades locales afirman que solo 45 personas han llegado al aeropuerto internacional de la isla entre enero y octubre de 2021, aunque desconocen el número de turistas extranjeros que han podido arribar a Bali tras hacer escala en Yakarta.
Según cifras oficiales, solo en octubre llegaron unos 151,000 turistas extranjeros a Indonesia, 1,261 menos que en el mismo mes de 2020.
Aún queda lejos la recuperación del turismo internacional en Bali, que recibió 6.2 millones de turistas extranjeros en 2019 y 1.06 millones en 2020.
Ligera mejora en ocupación hotelera
La ocupación hotelera en Bali en octubre superó el 17.73%, comparado con el 9,53 por ciento en octubre de 2020, y las autoridades esperan que las cifras mejoren el año que viene durante la temporada alta (julio-agosto) y la celebración del G20 en la isla.
Sin embargo, la nueva variante ómicron que no deja de propagarse en todo el mundo oscila como una espada de Damocles sobre la frágil recuperación en Indonesia.
A causa de la pandemia, algunos trabajadores del sector no tienen más remedio que tener varios trabajos para sobrevivir o incluso se volvieron a trabajar a los campos en sus aldeas de origen.
Tras el inicio de la pandemia, Made Darma, un conductor de servicio en línea de taxi, tuvo que emplearse como chófer para un hotel llevando a turistas.
“Tengo que trabajar extra para pagar mi hipoteca y las letras del coche”, explica a Efe el trabajador, que gana al día entre 50,000 y 100,000 rupias indonesias (entre US$3.5 y U$7 o entre €3 y €6.2).
“Muchos de mis colegas conductores tuvieron que volver a sus pueblos a trabajar en los campos. Pero incluso allí no pudieron encontrar compradores y solo producen para consumo propio”, agrega Made.
El indonesio afirma que las llegadas de turistas extranjeros continúan siendo bajas, pero se mostró optimista ante el empuje del turismo local.
“Los visitantes locales son una gran ayuda porque, aunque estemos en crisis, siempre ahorran algo para venir de vacaciones”, asevera el conductor.
Negocios en apuros
Ketut Sudiana y su mujer I Luh Putri abrieron un puesto de comida en Canggu, donde podían ganarse la vida, pero la pandemia complicó su negocio.
Ketut fue despedido de su trabajo como guarda de seguridad en un hotel, aunque ha sido recontratado hace poco, y la caída del turismo supuso que bajara de forma considerable el número de clientes en su puesto.
“Ganábamos menos del 50% (de lo normal antes)”, indica Ketut, que reconoce que el negocio les ha permitido permanecer en la isla y no tener que marcharse como otros.
I Gusti Ngurah Made Harta Arkana acondicionó su casa en Canggu para poder acoger turistas en 2013, con seis habitaciones para huéspedes.
El impacto del covid-19 hizo que tuviera que dedicarse también a vender tortitas o crepes de harina frita con mantequilla que reparte a domicilio, aunque no descarta dedicarse al cultivo de su tierra si las cosas se ponen feas.
“Todavía tengo un trozo de tierra que puedo usar para el cultivo. No está lejos de aquí, en Tabanan”, explica.
Indonesia llegó a convertirse en el epicentro de la pandemia en Asia en julio con más de 50,000 casos diarios, pero ahora han bajado a menos de 200 contagios al día.
Este archipiélago de 270 millones de habitantes acumula más de 4.26 millones de contagios, incluidos 144,000 muertos, mientras que el índice de vacunaciones asciende al 40% de la población.