La zona Este de República Dominicana, antes del boom turístico, era una zona eminentemente ganadera. Comenzó a tener valor una vez los españoles comenzaron a desarrollar la hotelería. Este proceso comenzó hace más de 50 años con el Grupo Puntacana y hoy sigue, con excelentes resultados, con Cap Cana, una ciudad destino que se ha destacado por el desarrollo ordenado y de alto estándar.
Pero no fue fácil. Hoy el éxito forma parte de cualquier inversión que se hace en esa zona. Si no se piensa en desarrollar una segunda y tercera línea de playa más allá de la primera línea vendida en un inicio como principal potencial turístico del país, hoy no hubiera sido posible construir los campos de golf, parques temáticos, zonas residenciales y el turismo inmobiliario.
Tampoco, y es bueno resaltarlo, hubiera sido posible hacer realidad lagos artificiales y torres de apartamentos para que muchos dominicanos y extranjeros tuvieran la posibilidad de invertir en un lugar con potencial de desarrollo infinito. Y como éste, hay todo un mundo por descubrir en otras zonas en cualquier lugar del territorio dominicano. En el Este hay campos ecuestres, canchas de polo y centros deportivos.
Al analizar la mayoría de estas nuevas atracciones, las cuales no están necesariamente amarradas al sol y la playa, se ve claramente que son amenidades diferentes, que forman parte de ese proceso de diversificación. Se trata, simplemente, de ir cambiando el “chip” para ubicar a República Dominicana como un destino más allá de los paradisíacos polos turísticos que ofrecen arenas blancas, mar de aguas azules y cocoteros.
Está demostrado que República Dominicana es mucho más: montañas, museos, cultura, historia, gente, colores, deportes, senderismo, aventura… Hay muchísimas cosas que ofrecer. ¿Quiénes deben cambiar el “chip” para se amplíe la visión? Todos. Aquí se incluyen las autoridades, empresarios y la población en sentido general.
No se trata de traer turistas para que se bañen en nuestras playas, sino que el sentido debería ser que vengan a República Dominicana y, por supuesto, puedan disfrutar más allá que solo la arena blanca y el mar azul turquesa. Esto es un compromiso que debe ser compartido. El turismo es esencial para la economía, pero el modelo debe ir transformándose y adaptándose a las nuevas necesidades de quienes salen a vacacionar.