La deuda es inevitable para todos los países, más aún en aquellos que no poseen la capacidad económica para atender todas las necesidades que demandan sus ciudadanos, tales como infraestructura vial, hospitalaria, educativas y de seguridad, entre otras.
La forma en que los países se endeudan hoy día dista de los canales que utilizaban hace 30 o 40 años, principalmente los países en vía de desarrollo. Acudir al mercado de bonos a emitir deuda es hoy una práctica común, aunque para ello es fundamental gozar de estabilidad política, económica y social, pues una debilidad en cualquiera de estas variables podría afectar el apetito de los inversionistas.
Otro punto importante a tomar en consideración es que ofrecer garantía de pago del capital y los intereses está relacionado con la confianza que trasmita la economía. Es justamente la calificación de riesgo lo que les da una señal más o menos clara a los inversionistas sobre las condiciones crediticias de un país.
República Dominicana ha logrado un manejo prudente de su deuda pública. Lo ha hecho a través de mecanismo de renegociación, recompra y la emisión de bonos a tasas que son especialmente competitivas para un país cuya calificación de riesgo establece que, a pesar de tener capacidad para atender sus compromisos financieros en el largo plazo, tanto en moneda nacional como extranjera, persisten algunos riesgos asociados a condiciones adversas de negocios, financieras o económicas que pueden llevar al país a incumplir.
De todos modos, y es algo que debe ser reconocido por todos los sectores económicos y organismos internacionales, la gestión actual ha dado ejemplos de actuar con prudencia. Lo ha hecho bien y todo apunta a que será mejor, aunque será necesario saber cómo reaccionará ante las eventualidades que impone el entorno internacional.
República Dominicana, es un hecho, necesitará de más recursos para enfrentar o atender las demandas sociales. La gestión del presidente Luis Abinader se ha comprometido con diversas obras de infraestructura que requerirán al más que voluntad para que se lleguen a realizar. Hay que buscar recursos y, por el momento, no se visualiza un cambio en la estructura impositiva del país, pues el Gobierno decidió echar para atrás en la reforma tributaria.
Por lo que se prevé, pero sobre todo porque es un deber de cualquier gestión mantener la buena salud de la economía, es un imperativo que el país no sólo mantenga una calificación de riesgo adecuada, sino que, incluso, pueda mejorarla para que las condiciones financieras sean mejores para acceder a capital fresco para todo lo que hay en planes hacer.