Nelson Darling Benítez no tenía entre sus planes convertirse en zapatero y mucho menos en propietario de una pequeña fábrica que hoy emplea a cinco personas. Su vocación, que aún la mantiene como un anhelo de vida, es convertirse en artista. Ha compuesto más de mil canciones con algunas grabaciones. Pero la vida le guardó otro escenario: una máquina, cuero, tijeras, hormas, plantillas, hilo, cemento y una mesa que sirve de plataforma a su oficio.
Se considera un joven cargado de sueños que busca aportar algo importante a la sociedad, a su familia y ser un ejemplo en República Dominicana. Apuesta al futuro y no ve la pobreza como un obstáculo imposible de superar. De hecho, afirma, las precariedades en las que ha tenido que vivir le han aportado la fuerza de voluntad para superar la estrechez económica que le han tronchado o retrasado algunas de sus metas.
“Yo no empecé reparando zapatos por casualidad. Todo se debió a la presión que sentíamos en medio de tanta pobreza. Yo no tenía zapatos y cuando se despagaban los únicos que tenía yo mismo debía repararlos. Hemos pasado más trabajo que un forro de catre”, recuerda.
Con sencillez en sus palabras, narra que conforme la gente se fue enterando que él reparaba sus propios zapatos y que le quedaban bien, las personas comenzaron a llevarles algunos encargos de reparación a su casa hasta que se fue corriendo la voz. Asegura que la pobreza y la gente lo convirtiendo en zapatero.
Prácticamente sin darse Benítez se fue transformando en zapatero. Sus inicios en la zapatería se remontan a 1999 cuando montó su propio negocio. Recuerda que su capital inicial fueron RD$4,000 que tomó prestado en un banco, recursos que utilizó para comprar materiales.
“El nivel económico nos pone a pruebas todos los días. Sin embargo, cuando los padres nos educan por la vía correcta y sabemos valorar sus consejos somos buenos ciudadanos. Cuando no te enseñan a hacer lo malo tú te pones a trabajar y hacer un aporte a tu familia y la sociedad”, explica.
Con el tiempo, Benítez ha ido construyendo un nombre que goza de respeto entre sus clientes.
Dice que su dificultad mayor ahora es lograr más capital para ampliar el negocio con miras a responder a la demanda de los clientes, lo cual repercutiría en la creación de más empleos.
Al contar cómo instaló la pequeña fábrica, la cual la inició en la galería de su casa pero que hoy la tiene instalada en un local separado, explica que notó que había oportunidad de crecimiento en el negocio y que las personas lo seguían recomendando por la calidad de los trabajos.
“De manera formal tengo poco más de tres años fabricando zapatos y no me puedo quejar de los comentarios de los clientes. Yo me encargo de todo aquí. Hago el mercadeo, diseño, pego, arreglo, corto y salgo a vender los zapatos. No tengo la capacidad para tener una persona que se dedique a recorrer las tiendas las que le suplimos, pero espero que se pueda pronto. Mi problema es conseguir recursos para seguir creciendo”, afirma Benítez.