Desde su aparición en los años 80, las microfinanzas se han convertido en un verdadero instrumento de desarrollo constituyéndose, además, en una respuesta para una gran cantidad de micro y pequeños empresarios y emprendedores que demandaban acceso a recursos frescos para fines de inversión.
La expansión de las microfinanzas fue tan rápida, que muchos Estados y organismos internacionales las asumieron y utilizaron como un mecanismo para la reducción de la pobreza, principalmente en América Latina y el Caribe.
De hecho, algunos autores indican que este constituyó un nuevo enfoque en la ayuda al desarrollo en la acción social, ya que permitió que, en vez de que los gobiernos y los donantes entregaran recursos a fondo perdido, los ofrecieran en préstamos para que los beneficiarios pudieran, por si mismos, construir una salida a su pobreza y exclusión social (Begoña, G., 2006).
Un elemento interesante que también destaca Begoña, es el hecho de que las microfinanzas y, particularmente, el microcrédito, han permitido mejorar la autoestima del que lo recibe, ya que, en vez de un donativo se asume como deuda que genera riqueza y permite salir de la pobreza.
De su lado, Ledgerwood (s/f) afirma que las microfinanzas han sido utilizadas, además, como una manera de promover la producción agrícola, enseñando a los agricultores a ahorrar e invertir.
Por otro lado, en su caracterización las instituciones micofinancieras suelen ser organizaciones no gubernamentales, cooperativas de ahorros y créditos y servicios múltiples, uniones de crédito, bancos gubernamentales, asociaciones de ahorros y préstamos, bancos comerciales e instituciones financieras no bancarias.
Así también, los clientes de las microfinanzas son, comúnmente, microempresarios y pequeños empresarios, emprendedores, trabajadores por cuenta propia, autoempleados, entre otros. Adicionalmente, estos clientes de las entidades microfinancieras son comerciantes, vendedores ambulantes, pequeños productores agrícolas, proveedores de servicios, tales como peluqueros y saloneras, así como micro y pequeños industriales. Como se observa, la diversificación de los clientes es elevada y se encuentran distribuidos en todos los territorios de Latinoamérica.
Pero lo que reafirma mucho más el rol que han venido jugando las microfinanzas y, con estas, las entidades que realizan actividades microfinancieras, son los datos estadísticos. En efecto, informaciones de la Red Centroamericana de Microfinanzas (Redcamif) refiere que las entidades de microfinanzas de Centroamérica y República Dominicana han acumulado una Cartera de Créditos que ronda los 2,650 millones de dólares, teniendo en su haber más de un millón quinientos mil clientes, operando en unas 1,265 agencias en esta región.
En su haber, las entidades microfinancieras de República Dominicana representan el 29.0% del total de la Cartera de Crédito que reporta la región centroamericana y del caribe.
Un dato interesante que se revela en las informaciones que proporciona Redcamif, es que más del 60% del total de clientes de las entidades de microfinanzas son mujeres, mientras que el 46.1% de los préstamos otorgados van a parar al sector rural, lo que reconfirma el importante rol que han venido las organizaciones que otorgan microcrédito en casi todo el mundo. Como se puede concluir, las microfinanzas son una realidad en el mundo y un verdadero instrumento para sacar de la pobreza a la población.