No caben dudas de que las microfinanzas son, hoy en día, en un verdadero instrumento de desarrollo constituyéndose, además, en una respuesta para una gran cantidad de micro y pequeños empresarios y emprendedores que demandaban acceso a recursos frescos para fines de inversión. La expansión de las microfinanzas fue tan rápida, que muchos Estados y organismos internacionales las asumieron y utilizaron como un mecanismo para la reducción de la pobreza, principalmente en América Latina y el Caribe.
De hecho, algunos autores indican que este constituyó un nuevo enfoque en la ayuda al desarrollo en la acción social, ya que permitió que, en vez de que los gobiernos y los donantes entregaran recursos a fondo perdido, los ofrecieran en préstamos para que los beneficiarios pudieran, por si mismos, construir una salida a su pobreza y a la exclusión social (Begoña, G., 2006).
Un elemento interesante que también destaca Begoña, es el hecho de que las microfinanzas y, particularmente, el microcrédito, han permitido mejorar la autoestima del que lo recibe, ya que, en vez de un donativo se asume como deuda que genera riqueza y permite salir de la pobreza. De su lado, Ledgerwood (s/f) afirma que las microfinanzas han sido utilizadas, además, como una manera de promover la producción agrícola, enseñando a los agricultores a ahorrar e invertir.
Por otro lado, en su caracterización las instituciones microfinancieras suelen ser organizaciones no gubernamentales, cooperativas de ahorros y créditos y servicios múltiples, uniones de crédito, bancos gubernamentales, asociaciones de ahorros y préstamos, bancos comerciales e instituciones financieras no bancarias.
Así también, los clientes de las microfinanzas son, comúnmente, microempresarios y pequeños empresarios, emprendedores, trabajadores por cuenta propia, autoempleados, entre otros. Adicionalmente, los clientes de las entidades microfinancieras suelen ser comerciantes, vendedores ambulantes, pequeños productores agrícolas, proveedores de servicios, tales como peluqueros y saloneras, así como micro y pequeños industriales. Como se observa, la diversificación de los clientes es elevada y se encuentran distribuidos en toda América Latina.
Pero lo que reafirma mucho más el rol que han venido jugando las microfinanzas y, con estas, las entidades que realizan actividades microfinancieras son los datos estadísticos.
En efecto, informaciones de la Red Centroamericana de Microfinanzas (Redcamif) afirman que 91 instituciones proveedoras de servicios financieros en Centroamérica y República Dominicana acumularon, a diciembre del 2022, una Cartera de Créditos de 3,443.7 millones de dólares, experimentando un crecimiento de un 14.3% con relación al 2021. Adicionalmente, se reafirma que más del 60% de los clientes de las entidades financieras agrupadas en Redcamif son mujeres, en tanto que la mayor cantidad de préstamos se otorgaron a nivel rural.
Una de las entidades más importantes que pertenecen a Redcamif es la Red Dominicana de Microfinanzas (Redomif), organización que agrupa a unas 27 instituciones, las cuales atienden a más de 637 mil clientes, de las que alrededor del 55.0% son mujeres, acumulando una cartera de créditos que está cerca de los mil millones de dólares.
En resumen, continuar apostando a las microfinanzas como un instrumento idóneo para contribuir a la resiliencia de los pequeños empresarios y, en particular, de los pequeños productores del campo, debería ser un objetivo común en una alianza público-privada de largo alcance.