En 24 horas inicia la Cumbre Internacional de Turismo, Sostenibilidad e Inversión en San Juan, Puerto Rico. Los profesionales de la comunicación de América Latina se enfrentarán a una agenda en la que se explicará cómo la nación quiere posicionarse como un destino de negocios del Caribe, atraer inversiones y diversificar su oferta de playas y cruceros.
Sin embargo, algunos decidieron hacer turismo en el Viejo San Juan. “Tomen un Uber… no es hora pico y está cerca del Distrito”, explica brevemente un mozo, con un acento particular.
Se consulta la aplicación móvil y establece una tarifa de US$5.96. El conductor llamado José expresó que los taxistas no aceptan montos que oscilen entre US$50 y U$100, “(nosotros) nos cuidamos de aceptar pesos grandes, mayormente en la zona cercana del aeropuerto”, aclara.
Entiende que los turistas internacionales conocen las reglas de su país y deben acatarlas sin inconvenientes, especialmente los visitantes procedentes de Estados Unidos, América del Sur y República Dominicana.
“¿Cómo está Puerto Rico económicamente? ¿Hay trabajo? Vi que el Gobierno necesita mano de obra para ejecutar unas construcciones”, pregunta una periodista mientras su vista se pierde en los edificios modernos, carreteras largas y el verdor de la naturaleza.
El conductor baja el volumen de la música de la radio. “Hay trabajo pero no en tu área. Soy profesor y estoy haciendo taxi porque el dinero no alcanza, (los precios) de los combustibles y la comida han subido”, explicó, mientras ponía las direccionales para girar en una curva, dejar atrás los rascacielos y tomar dirección hacia el centro de la ciudad.
Aclara que una hamburguesa con papas tuvo un incremento de más del 100%, al pasar de US$2.00 a US$5.00. Desde el 2017, José y su esposa destinan un promedio de US$600 para la compra de alimentos mensuales para su familia. Indica que es partidario de comprar productos cosechados en la nación, acción que les permite ahorrar entre US$70 y US$90. “Aprendimos a comer las frutas de temporada… Ahora hay mangos y guineos. a veces los compro a US$6 y a US$9, cuando son importados no se compran”, aseguró.
“María (el huracán) nos cambió todo”, afirmó con voz nostálgica José mientras disminuye la velocidad del automóvil negro y señala con el dedo índice derecho varios edificios. “Ahí está el Capitolio, la Cámara de Representantes y de ahí pueden caminar”, revela, al dejar a los turistas frente a un letrero de letras rojas y corazón blanco.
Realidad social
Mientras se camina por las carreteras estrechas, angostas y limpias del Viejo San Juan los periodistas recuerdan la Zona Colonial en su tierra natal. Entienden que Santo Domingo tiene la esencia necesaria para transformar sus calles, callejones y edificios históricos en lugares coloridos, limpios y ordenados. Lugares que favorezcan al peatón.
No obstante, la realidad es diferente dependiendo quién la cuente. Así lo entiende el vigilante turístico Martín. “Ustedes ven muchas cosas bonitas, se concentran en el Distrito T-Mobile, en El Morro o aquí (Viejo San Juan), pero los jefes del Gobierno inician una obra, cambia el mandato y se descuida”, expresa mientras su compañera de oficio le extiende un vaso de café en una temperatura calurosa.
Las agujas del reloj marcan más de las 12:00 del mediodía. “Ustedes van al Condado y encuentran las mayores inversiones extranjeras, se van al centro y encuentran calles con grafitis y aquí hay turistas por temporada”, agrega.
El hombre de cabellos grises aclara que desde la llegada del covid-19 los connacionales han decidido “mudarse a Estados Unidos”, dejando sus negocios cerrados porque llega un crucero por 24 horas y luego zarpa, sin que se dinamice la economía local.
“Me debes US$2.00” revela la mujer de ojos verdes y frente arrugada. “¿Son turistas?” Pregunta, y los recién llegados asienten con la cabeza sonriendo. “Caminen el Paseo Princesa, bajen al bulevar. Ahí verán el crucero y si quieren comer”, explica entusiasmada.
Sostiene que las personas no quieren trabajar en mano de obra, dificultando que el Gobierno inicie las construcciones. “Además, no pagan bien… Son trabajos pesados de poca paga”.
Alimentos
Los turistas son tan diferentes como sabores y olores hay en el mundo. Unos visten ropa veraniega, otros prefieren caminar debajo de los frondosos árboles. La diversidad de familias es notable mientras se recorren las calles hacia la plazoleta, infantes corretean y se detienen en puestos de bebidas frías.
¿US$6.00 por un frío, frío?, Mejor me quedo sedienta”, comenta una dominicana arrugando la frente. Finalmente, decide entrar a un restaurante típico llamado Raíces.
Los viajeros ordenan un churrasco cuatro onzas acompañado de un mofongo, una botella de agua y un jolgorio. La factura hace US$20.87 y paga con un billete de US$100.
El camarero, Marcos, reitera que no aceptan montos “grandes”, solo pagos con tarjetas de crédito, transferencias bancarias o montos que no superen los US$20. Se excusa diciendo: “no tengo menudo en la caja chica”.
Verdades
El inglés, el acento boricua y el español se mezclan como agua y aceite dentro de los edificios que parecen ser inmortalizados en el tiempo.
Un carro Tesla se detiene frente a los pasajeros que esperan un Uber. “Soy Dennise”, aclara la taxista que llevará a su destino a los pasajeros.
Comenta que los boricuas prefieren tener carros de alta gama, costosos o de lujos porque “es lo que nos apasiona”, antes de tener una casa propia.
La pelirroja sostiene que es fácil importar vehículos desde la nación norteamericana, acción que favorece a los predilectos por los automóviles.
Entre conversaciones y el reitero de que los turistas deben evitar pagar con montos altos, revela que“no te aceptarán un ticket de US$100, porque se falsifican”.