El Banco Mundial publicó que la proyección del crecimiento económico regional para lo que queda del 2022, sería de un 2.5% para la región de Latinoamérica y el Caribe (LAC), que significa un aumento del 0.2% frente a las estimaciones realizadas el pasado mes de abril, tomando en cuenta por supuesto la guerra Rusia-Ucrania, que desencadenó una ola inflacionaria que cada día más va en aumento y unas tasas de interés a niveles descomunales.
Aunque realmente lo que sucede, es que, a pesar de los altos precios de las materias primas, creeríamos que los países de la región que exportan dichos commodities se beneficiarían tanto como para hacerle frente a la situación actual del mundo, pero la realidad es que solamente en el corto plazo. El problema es que estos ingresos proceden a entrar directamente en las arcas fiscales se esfumaran de manera vertiginosa, dado a las dificultades que anteriormente he mencionado.
Toda esta situación resulta en que el aumento de los precios de las materias primas no se parezca en nada al auge que vivió la región LAC tan solo unos años atrás, al contrario, el movimiento de estanflación que está a la puerta en varias partes del mundo no permite que los países exportadores gocen realmente de los beneficios que han estado percibiendo.
Ahora ¿Qué es la estanflación? Es la situación de estancamiento económico de un país, caracterizado por una constante alza de precios. Fenómeno que mezcla la inflación con elevadas tasas de desempleo. En el caso de algunos de los países en la región LAC, como la República Dominicana, es que, a pesar del crecimiento económico real y proyectado, siguen en aumento los efectos secundarios de la pandemia y la guerra que se libra al otro lado del mundo, que se manifiesta en una desenfrenada inflación, en problemas en la cadena mundial de suministros, aumento del precio en las materias primas, aumento del precio del petróleo, que a su vez generan una mayor incertidumbre entre los Estanos e intranquiliza sus sociedades.
En tal sentido, uno de los más grandes desafíos de las autoridades de cada país es encontrar la fórmula mágica que les permita controlar el aumento del costo de la vida, y al mismo tiempo poder lidiar con el crecimiento económico a causa de la subida de las tasas de interés.
Aunque los expertos en la materia mantienen, que la economía a nivel mundial crecerá un 2.9% pese a los factores en contra que se tiene actualmente, no obstante, algunos países sufren una desaceleración económica a excepción de Medio Oriente y el Norte de África, que exhiben beneficios a causa de los ascendentes precios en la energía producida, factor que supera cualquier impacto negativo. Mientras que Europa y Asia Central sus economías se verán marcada negativamente bajo un pronóstico de un -2.9%. A fin de cuentas, siempre habrá alguien que gana cuando los demás pierden.
En el caso de Latinoamérica y El Caribe, como mencioné anteriormente, se prevé un crecimiento del 2.5%, donde países como Panamá (6.5%), Colombia (5.5%) y República Dominicana (5%) lideran el ranking, mientras que México (1.7%), Brasil (1.5%) y Paraguay (0.7%) se mantienen en los últimos lugares frente al crecimiento económico.
En el caso particular de Haití -0.4%, es el único país de la región que presenta una contracción económica en la región, partiendo de las premisas anteriores sobre los efectos causados por la guerra y los efectos secundarios post Covid-19, agregándole la inestabilidad socioeconómica y política que lamentablemente vive el país en cuestión.
Ante lo planteado, debo señalar que los pronósticos son advertencias del impacto del conflicto bélico sobre la región LAC, mientras que las estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), indican que impactará negativamente el crecimiento durante los próximos tres años, lo que resultará en una escalada de la pobreza, pese a los crecimientos económicos proyectados por el Banco Mundial.