Hace cinco años, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 27 de junio como Día Internacional de las Mipymes, y una de las razones que se argumentó para tomar esta decisión era concienciar sobre la contribución que estas unidades económicas de menor tamaño relativo hacían a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y a la economía global.
En efecto, según datos de la ONU, a nivel mundial las mipymes representan el 90% de las empresas, entre el 60% y el 70% del empleo y aportan alrededor del 50% del producto bruto interno mundial.
Esos números son suficientemente elocuentes como para afirmar que la economía global está hecha de este tipo de unidades productivas. A nivel de República Dominicana, y según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se revela que existen más de 1.5 millones de mipymes, generando más de dos millones de empleos, representando esto el 54.4% de la población ocupada del país, y aportando alrededor del 39.0% del producto interno bruto (PIB) dominicano.
Por demás, del total de micro, pequeñas y medianas empresas existentes, el 83.3% están concentradas en la zona urbana, mientras que el restante 16.7% se ubica en la zona rural. Una de las características particulares de las mipymes, que casi nunca se destaca, es que contribuyen de manera significativa al mantenimiento de la estabilidad social, ya que esas miles de unidades económicas contienen la pobreza y son un alivio para los millones de trabajadores que en estas habitan.
Pero, más allá de las estadísticas, ser micro o pequeño empresario es una cultura, un estilo de vida que muchos quieren imitar. Las mipymes son resilientes y tienen la capacidad de reconstruirse rápidamente. Ejemplo de esto se puede encontrar en el impacto que tuvo la pandemia del covid-19, la cual destruyó a miles de unidades productivas de este tipo, obligándolas a cerrar sus puertas, ocasionando la pérdida de toda la riqueza que hasta ese momento habían creado. Dos años después de la crisis sanitaria, en el mundo se habían recuperado casi todos los empleos perdidos por las mipymes, acercándose, poco a poco, a los niveles de la dinámica económica previo a la pandemia.
Por igual, y no habiendo salido de la crisis económica que ocasionó la crisis sanitaria, se inicia una guerra entre Rusia y Ucrania que amenaza también con destruir a miles de mipymes que necesitan los insumos y las materias primas importadas desde esos países. Y la apuesta es a que estas unidades económicas, nueva vez, se resistan a desaparecer, se reconstruyan, si fuere el caso, y continúen generando empleo y riqueza.
Finalmente, aun cuando en República Dominicana muchas mipymes recibieron apoyo para luchar contra la crisis sanitaria, lo cierto es que esto no fue un fenómeno generalizado, y algunas todavía están en una situación difícil. Es por ello que convendría fortalecer el Programa de Promoción y Apoyo a la Micro, Pequeña y Mediana Empresa (Promipyme), dotándolo de una mayor cantidad de recursos, y dandole la capacidad de acción para que pueda conducir un proceso de transformación productiva teniendo como actor estelar a las mipymes dominicanas.