No caben dudas de que, a lo largo de la historia, la economía ha jugado un rol fundamental en las diferentes sociedades, tanto así que algunos estudiosos han manifestado que “sin ella las personas no sabrían cómo administrar sus ingresos y gastos y no podrían satisfacer sus necesidades de manera eficaz”.
De hecho, las decisiones de los consumidores y de las empresas están basadas en conceptos económicos como la utilidad y la maximización de beneficios, respectivamente (Viscensio, 2010). Más aun, el rol del Estado está también sustentado en la necesidad que existe de que alguien regule los mercados económicos, garantice la estabilidad precios, cobre impuestos y, fundamentalmente, asegure la redistribución de los ingresos.
En ese mismo sentido, conceptos económicos como la inflación, el crecimiento económico, la pobreza, la deuda pública, el déficit fiscal, la política monetaria, entre muchos otros, son parte de ese lenguaje que a diario se puede oír en cualquier lugar de una ciudad, lo que ratifica la importancia de la economía en una sociedad. Por demás, abundan las recetas económicas para resolver problemas también económicos, cuya vigencia pasa de años a siglos.
Por ejemplo, en el devenir histórico, diversos economistas han planteado soluciones a problemas económicos como el desempleo, la recesión económica, el déficit fiscal, la distribución de la riqueza, la corrupción administrativa, la desigualdad, etc., sin que hasta el momento se hayan producido soluciones globales (escasamente, en algunos países, y no todos los problemas) a ninguno de estos. Pero las ecuaciones predictivas que explican la manera en cómo deberían marchar las economías continúan apareciendo, mientras los problemas económicos siguen su agitado curso.
A partir de las elucubraciones anteriores, cabría preguntarse: ¿Qué falla con la economía?. Las respuestas a esta pregunta se pueden encontrar en el libro que lleva ese mismo nombre y, en el cual su autor, Skidelsky, R. (2022), realiza una crítica vehemente y mordaz sobre la forma en que se entiende la economía hoy en día. En efecto, este escritor empieza diciendo que uno de los problemas actuales de la economía es que el “lenguaje matemático que se utiliza para explicar los fenómenos económicos, debe considerarse como un ingrediente más de la persuasión, no como una prueba de nada, porque los economistas no pueden demostrar la verdad de lo que están diciendo, solo convencerte para que veas el mundo igual que ellos”.
Añade Skidelsky que uno de los problemas es que, quizás, los propios economistas, si estos lo analizaran bien, no creen en sus modelos, los cuales casi siempre están sustentados en soluciones colectivas que no son posibles. Otro argumento de este autor es que “las ciencias económicas deberían abandonar la pretensión de construir un conjunto de leyes universales aplicables a todos los problemas y situaciones”. De su lado, el periodista Martin Wolf, del Financial times, en respuesta al planteamiento de Skidelsky se pregunta si la economía, tal y como la practicamos y entendemos en la actualidad, ¿es buena para la prosperidad y el bienestar?
Una conclusión a la que llega Skidelsky, la cual puede considerarse como descarnada y despiadada, es que “Sea cual fuere el resultado de nuestros desajustes, no parece que las pretenciosas ciencias económicas de nuestro tiempo vayan a ser de gran ayuda” para la solución de los grandes problemas económicos que tiene la humanidad.