El reciente anuncio de la implementación de un plan para el estacionamiento de vehículos en ciertas calles del polígono central de Santo Domingo nos mueve a reflexión, nuevamente, tanto sobre las necesidades que tenemos para mejorar el problema del tránsito en la capital, así como pasar de legislación a soluciones. En ambos temas, todavía nos queda mucho por hacer y este último esfuerzo es otro ejemplo que nos puede ilustrar ambos principios.
En primer lugar, queda claro que hay un serio problema de organización del tránsito en la capital dominicana. En sentido general, la respuesta de las autoridades ha sido la aplicación -en muchos casos selectiva, pues a los denominados carros de transporte público al parecer no les aplican las mismas disposiciones- de ciertos aspectos de la ley de movilidad y tránsito terrestre.
Pero tener más agentes de la Dirección general de Transporte y Tránsito Terrestre (Digesett), policías de tránsito, en las calles no ha sido una solución de resultados concretos y definitivos, y tenemos amplia experiencia desde la creación de la anterior Autoridad Metropolitana de Transporte (Amet) en este sentido.
Igualmente, prohibir el estacionamiento en las calles o restringir el sentido en que se pueden estacionar los vehículos tampoco resolverá el tema, aunque ciertamente pudiera formar parte de una solución integral.
El tema del tránsito tiene soluciones que abarcan tres vertientes: crear más espacios de estacionamiento, mejorar de manera sustancial y sostenible el transporte público y encarecer el costo de manejar en la ciudad para incentivar su uso (que, reitero, debe ser funcional). En otras ciudades, estos tres elementos -aunque controvertidos, especialmente el último- han dado los resultados esperados, y así sería el caso en nuestra ciudad.
El enfoque de los agentes del tránsito, de aplicar de manera reflexiva la ley, tampoco es algo que mueve a la mejoría, sino que crea ansiedad y resentimiento ante la autoridad. Y es aquí que pasamos al otro aspecto de este artículo: cómo pasar de la legislación a las soluciones concretas.
En materia de tránsito tenemos un perfecto ejemplo de una normativa en la materia que ha sido aumentada y expandida a través de reglamentos, iniciativas y otros esfuerzos; pero no ha tenido ningún impacto en la resolución del problema, valiendo la pena decir que es un problema que todos conocemos. Contar con normas adecuadas para resolver los problemas que nos ocupan es una condición esencial para hacerlo, pero solo contar con las normas no logrará ese cometido.
Entonces, hablar de implementar “soluciones” para reducir la cantidad de estacionamientos públicamente disponibles en las calles debido a que así está previsto en un plan o norma, sin implementar otros cambios y mejoras en el sistema de manera integral, terminará agravando aún más el problema.
En vez de poner en marcha planes que tendrán estos efectos adversos, las autoridades se deberían concentrar en un plan holístico, incluyendo el fondeo necesario para ello, como forma de poder resolver de manera definitiva este problema que afecta nuestra competitividad y calidad de vida.