Hablemos de consensos.
Hace un par de días se aprobó el presupuesto general del Estado de 2023. La pieza se promulgó con un monto ascendente a un billón 479 mil millones de pesos, a través de la ley 366-22.
Y aunque hay mucha tela por dónde cortar, lo que más atrajo mi atención fueron los resultados de las votaciones en las cámaras de diputados y de senadores. Todo el proceso bicameral del proyecto de ley se presta para varias lecturas:
En ambas cámaras la suma de los votos negativos y positivos es inferior a la cantidad de congresistas. Los diputados que aprobaron la pieza fueron 98, los que se opusieron 54. Es decir, el presupuesto fue sancionado por 152 diputados.
Tengamos presente que en el Congreso Nacional hay 190 diputados: 178 territoriales, cinco nacionales y siete de ultramar. ¿Dónde estuvo el grupo que no votó?
Con la Cámara Alta sucedió algo similar. El presupuesto fue aprobado con 19 votos a favor, tres en contra y ocho abstenciones. Es decir, de 32 congresistas, votaron 22.
Durante las lecturas del proyecto de ley, en las dos cámaras hubo tensiones políticas. Entre los legisladores oficilistas y los de la oposición se hicieron acusaciones que iban desde el mero interés partidista hasta temas graves como la inconstitucionalidad de la pieza o partidas presupuestarias para obras que ya se habían realizado. Estos fueron los casos de congresistas como los diputados Tobías Crespo y José Horacio Rodríguez.
El primero propuso eliminar de la pieza las partidas relativas al parque Julio Muñiz del sector Los Jardines, ascendente a nueve millones de pesos, y otra de 27 millones para la parroquia San Mauricio en la misma demarcación. El congresista señaló que esta iglesia ya fue concluida.
En el caso de Rodríguez, el legislador había propuesto que se eliminara el artículo 44 de la pieza legislativa. Con esto, buscaba que se ajuste por inflación en la escala salarial del Impuesto Sobre la Renta (ISR), como se establece en el artículo 296 del Código Tributario.
Estos son sólo dos eventos de los que se suscitaron tanto en la cámara baja como la alta. De ahí que, alrededor de este tema, me surjan múltiples preguntas. Por lo pronto me centraré en la perspectiva de la comunicación de gobierno.
Diversos autores plantean dos formas de generar consenso: una es ganando la mayor cantidad de voluntades a favor de la política que los gobiernos intentan impulsar. La otra es dividiendo las voluntades de la oposición para que no puedan invalidar las iniciativas gubernamentales.
En el caso del proyecto de ley de presupuesto del Estado parece que el oficialismo no consiguió ni una ni otra forma de consenso. Tanto los congresistas de la Fuerza del Pueblo como del Partido de la Liberación Dominicana coincidieron en oponerse. Y aunque la pieza fue aprobada, da la impresión de que ningún legislador fuera del Partido Revolucionario Moderno (PRM) le dio el visto bueno.
Me pregunto si será un indicador de la capacidad de construir consensos que tendrá el gobierno durante el 2023. Será un año preelectoral, por lo que todas las decisiones serán vistas con lupa. La habilidad para articular las fuerzas de distintos actores será más determinante que en ningún otro momento de la gestión.
Tradicionalmente, mientras más cerca de un término de mandato se encuentra los gobiernos, mayor esfuerzo tienen que hacer para legitimar sus políticas. Y en esos momentos los incidentes sin importancia aparente, como las oposiciones de dos congresistas, pueden llegar a convertirse en una piedra incómoda en el zapato, si se cuenta una buena historia.
Durante el 2023 el gobierno de Luis Abinader tendrá que aprender a contar historias. Y a diferencia de la oposición, cuenta con la desventaja de no poder alimentar su discurso sólo con emociones. Mientras la Fuerza del Pueblo y hasta el PLD tienen margen para permitirse gestos inútiles, citando la novela de Rey Andújar, el PRM precisa de economía de movimientos y narrativas potentes.
Jugar a dividir puede que no sea la mejor estrategia, si se considera que su partido tiene desde el principio una imagen de divisor. En cambio, agenciarse alianzas alrededor de las políticas, no del partido, puede darle un aire para recibir el 2024 en forma.
En este punto, nuevamente conviene preguntarse si los eventos durante la aprobación del Presupuesto General del Estado fueron una premonición o una advertencia. Sólo el 2023 tiene la respuesta.