Los dominicanos son especialistas en exigir servicios públicos de calidad. Ha sido una característica con una larga historia.
Piden mejores salarios, mejores policías, mejores médicos bien pagados y hospitales bien equipados; carreteras señalizadas, sin baches e iluminadas y, como si fuera poco, no quieren pagar impuestos.
Y ahora viene lo peor: acaban con los gobiernos porque no salen de un déficit fiscal y porque todos se superan a sí mismos en el nivel de endeudamiento.
En este juego de la injusticia (¿De lo ilógico?) no sólo participa la gente común; también están los filósofos, analistas y eruditos de la economía que escriben textos cuasi enclíclicos criticando a los gobiernos por endeudarse, por no suplir eficientemente las necesidades de la gente y por permanecer en el déficit.
También es de orden recordar que cualquiera que entienda de estos temas está consciente de que hay una cultura de la evasión que no excluye a ningún mortal, a lo que debe sumarse lo difícil que es gestionar el sistema tributario dominicano.