En nuestra República Dominicana tenemos un tejido empresarial compuesto básicamente por micro, pequeñas y medianas empresas. Son las reconocidas mipymes y las estadísticas establecen que cerca del 98% de las empresas dominicanas pertenecen a este segmento.
Con esta información podemos imaginarnos lo fundamental que son para nuestra economía. Son generadoras de valor a través de los productos y servicios que ofrecen, pero también con los miles y miles de empleos que generan. Cerca del 58% del mercado de trabajo en República Dominicana opera en un esquema de informalidad.
No creo que la informalidad sea una decisión en todos los casos, cuando se trata de empresas que buscan crecer o expandir sus operaciones en el mercado local, pero en algunos casos hacia el exterior. Muchas veces hay un tema de cultura tributaria y otras, quizá con un peso mayor, tiene que ver con el complicado sistema tributario dominicano. Ya se ha dicho en más de una oportunidad que las mipymes las llevan muy pesadas cuando de pagar impuestos se trata. ¿Por qué no facilitarles las cosas a estas empresas, sin distinción de su tamaño y rubro al que se dedique?
Un simple análisis de la realidad en que operan las mipymes en nuestro país establece que la débil política de comunicación de las autoridades, las que tienen que ver con este tema, resulta ser una debilidad que afecta la creación de conciencia entre quienes deciden abrir un pequeño negocio. Si las instituciones del Estado relacionadas con la parte impositiva hicieran más énfasis en educar a la población en su importancia para su negocio ser formales, estoy seguro que otra sería la historia.
La informalidad parece ser una opción única, es decir, una alternativa para seguir existiendo. Todo empresario, y más cuando comienza pequeño, sueñan con ver su negocio crecer. ¿Qué hacen las autoridades y los líderes empresariales para ayudar a quienes valientemente deciden abrir una unidad de negocios para crear empleos y agregar valor a la economía?
La economía requiere de más y mejores mipymes. Ser pequeño no es ni malo ni bueno. Lo negativo es operar en un escenario de informalidad, pues esto impide el crecimiento de las empresas. Ser suplidor de una gran compañía, por ejemplo, requiere un nivel básico de formalización, esto con el objetivo de estar en capacidad de emitir un comprobante fiscal que le sirva a la otra como prueba para deducir impuestos.
Una empresa puede crecer porque también puede acceder a capital fresco y competitivo. Cuando una empresa es informal acude, por obligación, al prestamista usurero que cobra altísimas tasas de interés, lo que deshidrata las posibilidades de crecimiento de cualquier empresa.
En todo caso, hay una responsabilidad compartida en esto de la informalidad en las mipymes. El Estado, por un lado, debe articular y aplicar políticas para mejorar esta situación. Por el otro están los empresarios que deberían interesarse por conocer lo beneficioso de la formalización. Pero sin miedos.