La frase “luego de la tormenta llega la calma” es tradición. Se utiliza para inyectar optimismo. Tiene una carga de sabiduría y refleja el deseo humano de superarse a sí mismo ante los retos que plantea el porvenir. Ante la adversidad, siempre será una decisión acertada adoptar una actitud positiva.
Cuando hay un problema que resolver, cuando hay algo que no salió bien, llorar o quejarse no resuelve nada. En cambio, aunque sea inevitable sentirse afligido, actuar de forma optimista siempre será la mejor opción. Los fenómenos atmosféricos, por lo general, traen dolor cuando afectan zonas pobladas y de alta concentración de cultivos. La fuerza de la naturaleza no puede ser limitada. El ser humano sólo puede prever y prepararse para el impacto, tomando medidas que amainen sus efectos.
Ahora estamos pasando balance tras el impacto de la tormenta Franklin. La pérdida de una sola vida ya sea en un aguacero simple o en una tormenta de dimensiones más grandes, como la que acaba de pasar, siempre será un hecho lamentable. Esto nos indica que luego del paso de un fenómeno atmosférico regresa la calma, pero eso “depende de la dependedura”, pues no significa que es literal para todos.
El que perdió sus cultivos no piensa igual. Una vez pasada la tormenta comienza su tormento. Las autoridades encargadas de gestionar el Estado, muy especialmente las que guardan relación con las instituciones que deben velar por que todo funcione antes, durante y luego del fenómeno, realmente tienen un gran peso sobre sus hombros. Están conscientes de que la población no espera cuentos.
Saben que la ciudadanía no espera con paciencia, que la respuesta debe ser rápida y suficiente, pues el Estado tiene una ineludible responsabilidad de cuidar cada habitante del territorio. Por supuesto, los sectores vulnerables son prioridad.
La calma, entonces, no llega luego de la tormenta. El verdadero ajetreo comienza luego de que pasa el fenómeno. Durante su paso, lo lógico es que esperemos mucha agua, vientos, cañadas y ríos desbordados, casas dañadas, sembradíos afectados y anegados; familias afectadas de diversas formas y pérdidas económicas que pudieran retrasar algunos planes del Gobierno. Lo verdaderamente real es que la calma no llega luego de la tormenta. Pasarán las lluvias y los vientos, pero sus efectos son el inicio de la etapa más dura: la recuperación.
Y como el verdadero reto comienza luego que pasa la tormenta, es cuando debe activarse la fase que busca el retorno de la normalidad. De esto no hay duda. Nadie quisiera estar en los zapatos de un productor cuya siembra de plátanos, yuca, arroz, piña, tabaco, maíz, vegetales o cualquier otro rubro haya sido afectado por la tormenta Franklin (o lo que sea).
Pero hay otro efecto que pudiera ser incluso más duradero: la inflación como consecuencia del desabastecimiento de algunos rubros que pudieron ser afectados. La escasez genera incremento de precios, por lo que los efectos de la tormenta seguirán por más tiempo.