El servicio exterior de cualquier Estado debe ser de lo mejor. Los servidores públicos que trabajan como embajadores, cónsules, vicecónsules, agregados consulares y en cualquier otra posición similar, lo primero que deben mantener presentes es que ellos son la cara del país.
El ministro de Relaciones Exteriores de nuestro país, Roberto Álvarez, ha sido un ciudadano ligado al servicio exterior desde siempre. Su padre fue embajador y canciller, lo que, sin quizá, pudo haberlo introducido en este mundo de la diplomacia.
Por su experiencia, y ahora como ministro, sabe que la profesionalización del servicio exterior es una tarea vital y constante. En su gestión, asegura, este es uno de los temas principalísimos.
Para poder llevar a cabo esta labor hay tres objetivos: protección de los dominicanos en el exterior, la promoción de nuestras exportaciones y la atracción de capitales a través de la inversión extranjera. También se agrega un extra: la promoción de los valores democráticos y de los derechos humanos. Para esto es necesario un servicio exterior profesional, debidamente entrenado y moderno.
La profesionalización es un eje transversal. Hay que reconocer, por supuesto, que en Cancillería fue encontrado, literalmente, un desorden en materia de nómina y escalafón. Un funcionario de inferior categoría podía estar recibiendo un salario mayor de quien sí lo merece por el nivel responsabilidad. A esta gestión le ha tocado, porque sí, salir de un personal supernumerario que sólo cobraba un salario sin justificación.
En el servicio exterior, a pesar de todo lo que había ocurrido, hay mucha gente buena, profesional, meritoria. De hecho, y es lo que se ha visto, desde el principio han estado evaluando, tanto en las embajadas como los organismos internacionales, las capacidades de todas esas personas. Un dato interesante, con el objetivo de definir parámetros, es que se determinaron rangos mínimos y máximos de funcionarios para cada embajada, de forma tal que se eviten los excesos en el personal asignado la sede diplomática.
Estas medidas, para lograr un servicio profesionalizado, redundarán en una mejor imagen de país y, seguro, mejores resultados.
Reconocer que un funcionario lo está haciendo bien, como cuando se indica si lo hace mal, también tiene sentido. Aspiramos a que el servicio exterior siga profesionalizándose para el beneficio de todos.