[dropcap]C[/dropcap]uando se habla de impuestos los agentes económicos se espantan, pues sienten que le están tomando una parte de su esfuerzo laboral y/o empresarial. Y no es para menos, pues no resulta chistoso que un Gobierno decida cuánto y cuándo quitarte el fruto de tu trabajo.
Sin embargo, los gobiernos precisan de recursos para llevar a efecto la gestión pública, que consiste, en términos generales, en implementar un conjunto de políticas, medidas y acciones, previamente diseñadas, que procuran un impacto positivo en el bienestar de los ciudadanos.
Para ello se establecen los impuestos, que son obligatorios y ejercen presión sobre los bolsillos de la gente. Y esta presión tributaria, tornada en sacrificio, debería darnos la garantía de contar con servicios públicos eficientes, en todos los órdenes de la vida ciudadana, de modo que los agentes económicos centren su preocupación en la generación de riquezas, que es lo que alimenta el sistema impositivo.
Si la fórmula funcionara adecuadamente, como sucede en países desarrollados, una mayor presión tributaria, como porcentaje del PIB, tendría una correlación positiva con el desarrollo económico y social.
De esa manera, el sacrificio valdría la pena. Por ejemplo, no es casual que los países de Europa, en promedio, tuvieran durante 2015 la mayor presión fiscal en comparación con el resto del mundo, lo cual es cónsono con sus niveles de desarrollo: Dinamarca (50.1%), Francia (47.8%), Bélgica (47.3%), Suecia (44.1%), Finlandia (43.9%) e Italia (43.6%).
Aunque ha sido un elevado sacrificio para los habitantes europeos, esto ha valido la pena, pues con los ahorros que esta presión fiscal permitió, se pudieron realizar las inversiones públicas necesarias que condujeron, a la par de la inversión privada, al logro de mayores niveles de bienestar.
De este lado del mundo, sin embargo, la presión fiscal es, en general, la mitad de la que muestran los países de Europa, lo cual también parece estar en correspondencia con sus niveles de desarrollo: Costa Rica (22.5%), Nicaragua (20.3%), Honduras (19.8%), Panamá (18.1%) y Guatemala (12.6%). En la mayoría de los países centroamericanos persisten problemas de educación, salud, agua y saneamiento e infraestructura, salvo algunos casos.
En República Dominicana, la presión fiscal al 2015 era de un 14.1%, casi cuatro veces menos que la de Dinamarca, y menor que la de la mayoría de sus pares centroamericanos. Lo que no se entiende es que el PIB dominicano ha venido creciendo durante los últimos 40 años, pero la presión fiscal no se mueve a la misma velocidad, en tanto que el desarrollo del país sigue siendo una puesta al futuro.