[dropcap]L[/dropcap]os dominicanos estamos felices porque ya nos están dando el 4% del producto interno bruto (PIB) sólo para educación. ¡Qué bueno! En los últimos tres años hemos destinado más de RD$300,000 millones al sector y ya hasta hablamos de la “Revolución educativa”. ¡Wao!
Lo que sí nos corresponde es reconocer el valor y decisión que tuvo el presidente Danilo Medina de cumplir con su palabra y con la firma que hizo, igual que los demás candidatos en 2012, de cumplir con la Ley de Educación. Sin duda, pasará a la historia como un jefe de Estado que cumple con su palabra.
Pero, más allá de las buenas intenciones del Presidente y de haber cumplido con la Ley, algo que debemos reconocerle, habrá que pensar en que quizá la presión social que significó la lucha cívica que movió al país, hizo que se implementara de golpe este mandado.
Esa presión social no hizo pensar en que faltaba algo más allá que la razón legal: planificación.
Elevar la calidad de la educación va más allá de la construcción de aulas y servir alimentos tres veces al día a los estudiantes, con la consecuente falta de control que pudiera generarse, sino que todo está relacionado con un cambio de actitud para mejorar las aptitudes de quienes tienen bajo su responsabilidad preparar a los recursos humanos que habrán de impulsar el desarrollo social y económico del país.
Este año habrá de ejecutarse un presupuesto de RD$129,000 millones y en 2017 subirá a RD$143,000 millones, cifras que en términos reales están obligadas a expresarse no sólo en la contratación de nuevos maestros, construcción de aulas y servicios de más comida en los centros escolares, sino en una mejoría sustancial de la calidad. Ahí radica nuestra mayor preocupación.
Soy de los que piensa que la implementación del 4% del PIB para la educación debió cronometrarse, o sea, ir aplicándolo poco a poco. Primero porque logísticamente el Estado no estaba preparado y, segundo, porque no presionamos el Presupuesto público como sí lo está.