[dropcap]L[/dropcap]a llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha generado múltiples expectativas y ansiedades, las cuales van desde el tema migratorio hasta las relaciones bilaterales con Rusia, pasando por la vuelta al Nacionalismo con tinte radical.
Desde el punto de vista del comercio, sin embargo, a muchos países inquieta lo que será la política exterior norteamericana durante los próximos cuatro años, y cuales efectos tendrá para la competitividad de los países, particularmente para los latinoamericanos.
Ya se sabe que al Presidente Trump no le agrada el Acuerdo Transpacífico que se estaba negociando con China y otros países, y que la salida de los EE.UU. de este tratado es un rudo golpe para los objetivos que se buscaban. Más allá, queda la duda sobre la incidencia que tendrán las nuevas políticas comerciales de USA sobre los países en vías de desarrollo, especialmente en naciones como la República Dominicana.
Independientemente de lo que ocurra en el Norte, sin embargo, existe la necesidad de que estos países empiecen a mirarse el ombligo, que es lo mismo que decir mirar hacia adentro de sus economías, pues su posición en los ranking de competitividad internacional no solo es un tema de lo que ocurre fuera de sus fronteras sino, principalmente, de las políticas y medidas de los gobiernos, así como de las decisiones de las organizaciones empresariales.
De esta manera, los gobiernos deben velar porque se mantenga la estabilidad macroeconómica, y de que exista un marco regulatorio en los mercados, tanto de factores como de los bienes y servicios, de modo que se incentive la competencia empresarial en igualdad de reglas.
En ese mismo contexto, los gobiernos están obligados a implementar sistemas tributarios progresivos, definir políticas comerciales integrales y coherentes, establecer sistemas de educación articulados, y promover la inversión en investigación y desarrollo, todos ellos pilares que agrega valor a un escenario de competitivo.
De su lado, los dueños de empresas deben ser más responsables en su actividad productiva, empezando porque deberían pagar salarios más justos, apostar por una mayor productividad de los factores trabajo y capital, lo que conduciría a menores costo y, obviamente, a mayores posibilidades de competir en los mercados internos y externos.
El punto esencial aquí es que una política exterior que toman nuestros vecinos y que no controlamos, solo puede ser contrarrestada con políticas, medidas y acciones internas de los agentes económicos: empresas y gobierno.