[dropcap]O[/dropcap]jalá que la corrupción no sea un tema de moda. Cuando las cosas se toman por coyunturas especiales, como ha sido el juego histórico en República Dominicana, se habla hasta por los codos de las cosas y correctivos que debemos tomar para transitar en una sociedad justa y transparente. Y como era de esperarse, hasta el Presidente se adhirió a la lucha contra la impunidad y la corrupción. ¡Qué bueno!
Este país, a juzgar por los hechos, es lo que más se parece a un circo de mal gusto, repleto de animales sin la más mínima capacidad de tomar decisiones. La abdicación mayúscula a las responsabilidades, como es el caso del primer poder del Estado (me refiero al Congreso), cae en lo olímpicamente ridículo.
Se supone, y así me lo enseñaron en la escuela y lo estipula la Constitución, los poderes del Estado son independientes uno del otro, ninguno está subordinado o supeditado al otro y sus potestades son intrínsecas. Pero aquí, en nuestro amado pedazo de tierra, las cosas anormales suceden con tanta frecuencia que ya pasan como normales y no generan asombro.
Hay ejemplos de sobra de lo que estoy diciendo. El proyecto de Ley de Extinción de Dominio es sólo una pizca de lo que sucede en nuestro país. ¿Y quién le dijo a los senadores que con el apoyo del presidente Danilo Medina es que esa legislación será aprobada? ¿Pero nos estamos volviendo locos y no sabemos identificar los roles que tienen los poderes del Estado? ¿O es que ya no sirve de nada la tan pregonada división que establece la Constitución entre un poder y otro? No, así no se vale. ¿Qué significa ser legislador en este país? Necesitamos madurar más el concepto de institucionalidad.
¿Por qué lo digo? Senadores entienden que con la “decisión firme” del jefe de Estado de que sea aprobada esta iniciativa, marcada con el número 216-2017, serán revertidas las acciones que generan bienes ilícitos.
Que yo sepa, en un país que funcione (que funcione de verdad) los legisladores son representantes de sus comunidades. Pienso mudarme a Macondo.