El gobierno de Venezuela tiene previsto ofertar, el próximo 20 de marzo, 44 millones de petros, que no es más que uno de los últimos zarpazos de una gestión que se acerca al colapso. Cuando alguien se está ahogando se agarra de lo que sea que flote. Los pondrá a la venta con un precio de referencia de US$60, equivalente a la cotización de cada barril. La preventa se inició el 20 de febrero con 38.4 millones de tokens. ¿Cuánto hace esto? US$2,640 millones, aproximadamente.
Nótese que, independientemente de los objetivos de Nicolás Maduro, la referencia sigue siendo el dólar, moneda (porque sí es una moneda) a la que quiere robar la hegemonía mundial en los mercados. El petro, como cualquier otro de esta familia virtual, es un activo y como tal se oferta en el mercado.
¿Dónde está la debilidad del petro? Tiene cuatro variables en su contra. Primero está el descrédito internacional de su promotor, que con una testarudez olímpica mantiene a todo un pueblo sumido en la incertidumbre.
En segundo lugar puede señalarse la inestabilidad política y económica de Venezuela, un país que sale en los últimos lugares en todos los índices, incluyendo el de corrupción. También hay que agregar que el país está ahogándose en la hiperinflación.
En tercer lugar está lo que sería su soporte o respaldo. Ciertamente Venezuela tiene las reservas probadas de petróleo más grandes del mundo (297,000 millones de barriles). Sin embargo, habría que preguntarse hasta cuándo se mantendrán los precios del crudo si las previsiones hablan de una diversificación de la matriz energética a nivel global, que indefectiblemente le quitará influencia a los hidrocarburos fósiles.
Hay una cuarta variable a tomar en cuenta. ¿Qué se puede decir del respaldo estatal del petro si el Congreso, que ha sido declarado en desacato por Maduro (porque no le conviene), no lo reconoce?
Lo único que se puede decir es que su futuro es incierto. Es una pena lo que está pasando, pero el petro le podría pasar como a las frutas cuando se maduran: caer.