Zaqueo, el personaje bíblico (muy rico y de baja estatura) encargado de cobrar los impuestos durante los tiempos en que el Imperio Romano dominó Judea, era odiado. Sin embargo, su nombre significa “puro”. Se hizo millonario sirviéndole a los romanos.
En la biblia se cuenta que hizo lo que sea para ver a Jesús, incluso subirse a un árbol para ser visto. Es decir, que a pesar de su trabajo “odiado” quiso ser transparente. Y lo logró: el Mesías se detuvo, habló con él y, además, se quedó en su casa una noche. De este nombre viene el verbo “saquear” y todo lo que se desprende.
El Estado se sostiene con los impuestos que pagan sus ciudadanos. Impuestos Internos (DGII), en el caso dominicano, es la principal entidad recaudadora, responsable de aproximadamente el 75% de los ingresos. Su deber es cobrar sin mirar a quien, pues si no hace su trabajo tampoco el Gobierno, como administrador, tendrá la posibilidad de brindar los servicios públicos que demanda la población. Todo aquel con obligaciones ante la DGII debería apoyar su gestión, pues de esta manera también adquiere derechos para reclamarle al Estado sobre el destino de los fondos públicos.
¿Qué vemos hoy en algunos casos? Unos pocos evasores, pero muy grandes, que pregonan la moral y el respeto, pero que son la antítesis de lo que debe ser un ciudadano responsable. Quien le roba al Estado lo hace en partida doble. ¿Por qué? Porque al servir como agente de retención de impuestos, es decir, lo que usted y yo pagamos al consumir un bien o servicio, se queda con ese dinero, no lo reporta y luego, cuando se ve con el agua al cuello, pide “cacaito” para que le rebajen la deuda.
La obligación de Impuestos Internos es cobrar impuestos y la de los contribuyentes pagarlos, pero también surge un derecho ciudadano: reclamar o pedir cuentas claras respecto a qué se hace con ese dinero. Por vía de consecuencia, hay otra obligación de quienes los administran: ser transparentes.