No quiero ser pesimista. Jamás debe ser mi intención esperar lo peor para mi país. Sin embargo, me hago la siguiente pregunta: ¿Hasta cuándo las calificadoras de riesgo y analistas de deuda y capacidad de pago que evalúan a República Dominicana estarán de buen humor? No sé si ellos habrán tomado algún elíxir, el mismo que al parecer nos dieron a todos los que vivimos aquí, para no darse cuenta de que el camino de endeudamiento que hemos tomado tendrá un final desagradable.
Y luego vendrán, como siempre, las lamentaciones y “el tanto que lo dijimos y lo advertimos”. Incluso, podría no ser diferente a la crisis de las hipotecas (luego financiera) que estalló en Estados Unidos, pues en ese tiempo las calificadoras (como en nuestro caso) decían que todo estaba bien y sabemos lo que provocó. Hubo quiebras de cientos de entidades financieras, miles que perdieron sus viviendas, suicidios, empresas que despidieron a miles de empleados, países cuyas economías también se vieron afectadas y, de ñapa, la desconfianza se apoderó del mercado.
La diferencia estará en que República Dominicana no es Estados Unidos. Allí hay una capacidad de recuperación más rápida y fuerte, pues su aparato productivo y sus instituciones funcionan. Aquí no. Ya sabemos cómo suceden las cosas aquí.
Por más explicaciones (bla, bla, bla…) que nos den, tratando de convencernos de la necesidad de tomar prestado, de emitir deuda a través de bonos, que luego se vencerán y habrá que buscar más dinero para pagarlo (como un reenganche con el banco), lo cierto es que es insostenible en el mediano plazo este derrotero. No, no y no. Hay que apretarse el cinturón y arroparse hasta donde nos dé la sabana.
Para demostrar que la deuda pública es alta quizá no sea necesario mencionar cifras, pues eso lo saben todos los dominicanos con un mínimo de capacidad de raciocinio. Aunque es grave deber la mitad del PIB, lo cual tiene un efecto en los ingresos tributarios porque con eso sí es que debemos pagar, el dominicano de a pies desconoce eso. El ciudadano común no sabe que significa relacionar la deuda con el PIB y a las autoridades tampoco les interesa que la gente sepa qué significa eso para su futuro, para el futuro de sus hijos.
No quiero ni debo ser pesimista, pero no vamos bien por esta ruta. Espero que no sea tarde cuando estemos en el punto de no retorno.