En la actualidad, los niveles de competitividad y de innovación de República Dominicana han ido disminuyendo de acuerdo a los últimos informes del Foro Económico Mundial. Las áreas más afectadas son la institucionalidad, la educación, la sofisticación de los negocios y la innovación. Pero uno de los más importantes desafíos en nuestro país que nos impide dar el gran salto hacia el desarrollo, es la poca capacidad de articular los esfuerzos de manera coherente entre los diferentes sectores, anteponiendo los intereses nacionales por encima de todo.
Debemos fortalecer el sistema nacional de innovación procurando que el sector conocimiento, el sector productores de bienes y servicios y el sector público, denominados triple hélice, puedan aunar esfuerzos y trabajar de manera mancomunada para encaminar la nación hacia una economía basada en el conocimiento.
Nuestra capacidad de producción nacional para la exportación y nuestros niveles de competitividad se ven limitados por la escasez de políticas públicas de ciencia, tecnología e innovación articuladas con políticas de desarrollo productivo; por la debilidad institucional; por falta de una agenda y una estrategia coherentes a corto, mediano y largo plazos; por la fragilidad y la inoperatividad del marco regulatorio; por falta de recursos humanos calificados; por la poca capacidad de absorción del mercado del talento dominicano; por la escasa cultura de colaboración entre la academia y la industria; y, sobre todo, por recursos financieros limitados, tanto del sector público como del privado, para financiar la investigación, el desarrollo y la innovación.
Mal contado y con limitados instrumentos de medición, en la actualidad la inversión pública en investigación y desarrollo no supera el 0.03% del PIB. La media en América Latina y el Caribe es de un 0.67% de acuerdo a la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericana e Interamericana (RICYT). Brasil, México y Argentina son los tres países que aglomeran casi el 90% de la inversión latinoamericana, siendo Brasil el único país que invierte más del 1% del PIB. En economías desarrolladas la inversión oscila entre un 2% y un 4%. En una región rezagada en inversión en I+D, ocupamos uno de los últimos puestos.
Para darle un giro a esta situación es imperativo redefinir las estrategias y realizar reformas importantes en las políticas de ciencia, tecnología e innovación y de desarrollo productivo. Hay que revisar todas las leyes y decretos para propiciar un marco regulatorio e instrumentos financieros que potencien la innovación tecnológica. Hay que mejorar la institucionalidad y la coordinación entre los diferentes actores y, sobre todo, hay que asignar un presupuesto serio y cerca del 1% del PIB focalizado a potenciar los sectores de mayor impacto en la economía nacional para poder percibir los frutos que van a sentar las bases de nuestro desarrollo.