El próximo 16 de agosto toma posesión Luis Abinader como presidente constitucional de República Dominicana. El acto, además de trascendental, no tiene precedente en la historia moderna del país, pues la pandemia de 1918, conocida inmerecidamente como la Gripe Española, tomó a los dominicanos invadidos por Estados Unidos.
Aunque aún no se tiene confirmada la participación de dignatarios y demás personalidades de Estados amigos, el estado de emergencia, por el covid-19, impone la implementación de un protocolo especial de distanciamiento físico.
Abinader, que se convierte en el presidente número 67 de República Dominicana, recibe un contexto económico, social y sanitario difícil. Se estrena como jefe de Gobierno con un Estado caracterizado por un alto endeudamiento, estrechez fiscal y una crisis sanitaria que ha puesto a prueba la capacidad de respuesta de las autoridades y la educación de la población.
El déficit fiscal será muchísimo más pronunciado de lo previsto y la deuda pública supera los US$50,000 millones. En términos sanitarios hay cerca de mil fallecidos y más de 54,000 casos confirmados de covid-19. A pesar del panorama, las autoridades tendrán que emitir nueva deuda para echar a andar la economía con un amplio programa de inversión pública. La disciplina en el gasto, a toda luz, habrá de ser estricta.
Los sectores productivos dominicanos están en medio de un contexto incierto, a lo que se suma otro período de 45 días de estado de emergencia que mermará su productividad. Este momento, quizá, no sea idóneo para hablar de pacto fiscal, pues las empresas no estarían en capacidad de resistir ningún tipo de ajuste. El impuesto sobre la renta (ISR) posiblemente tendrá este año su peor presentación de la historia.
Además de optimizar el gasto público, porque no hay otra opción, será necesario reformar el marco regulatorio para potenciar las Pymes y el empleo formal, así como restablecer confianza en las instituciones públicas que habrán de ser un soporte de primer orden la recomposición de la economía.
Como se ve, lo que hereda Luis Abinader no es ni lejanamente parecido a lo que él pensó recibir cuando se convirtió en candidato presidencial. La historia lo pone ante el privilegio y honor de servir al país, pero especialmente con el compromiso de sacar adelante a República Dominicana, cuya economía está en estado delicado. Su madurez, mesura y acompañamiento inteligente serán clave para el éxito de su gestión, que es el éxito de todos.