Ya no se le puede dar más vueltas a la recapitalización del Banco Central. Prologar este proceso puede salir muy costoso para la economía. Esta deuda le resta holgura al papel que debe jugar la autoridad monetaria respecto a la estabilidad de precios. Por suerte, si se puede llamar de alguna manera, República Dominicana ha logrado salir airosa de los retos que ha enfrentado la economía desde la crisis global de 2008.
Es oportuno destacar que las autoridades han sido proactivas en la toma de decisiones con miras a mantener estable nuestra economía. Los precios han estado bajo control, la política de tasas de interés ha sido coherente con la estrategia y la economía, con excepción del contexto del covid-19, ha crecido a un promedio superior al 5% en los últimos años.
Sin embargo, la deuda del Banco Central, que a su vez genera un déficit cuasi fiscal por los intereses que deben pagarse a los tenedores de esos títulos, se vuelve más y más gigante con el pasar de los años. Y parece que los tomadores de decisiones, es decir, los legisladores y funcionarios del Gobierno central (los que pasaron y los que están), no han pensado en lo perniciosa o peligrosa que resulta esta deuda para la institución responsable de garantizar la estabilidad macroeconómica del país. Hemos corrido con suerte.
Los datos a septiembre de este año establecen que el Banco Central acumula una deuda que supera los RD$626,000 millones, resultado de los bonos y certificados que emite cada año para pagar los intereses de las emisiones que se hicieron originalmente en 2003-2004, cuando explotó la crisis financiera, recursos que se vienen utilizando, principalmente, como parte de esa otra forma de hacer política monetaria para evitar que el medio circulante en demasía provoque devaluación descontrolada y, por vía de consecuencia, inflación. Hay que repetirlo: hemos tenido suerte y unas autoridades proactivas.
Hay que retomar, con carácter de urgencia, pero sin desesperación, la recapitalización del Banco Central. Estamos obligados a mantener la buena salud de esta institución tan importante para el funcionamiento de nuestra economía. Es una pieza clave en garantizar la certidumbre que necesitan los inversionistas locales y extranjeros para poner su capital a producir en suelo dominicano.
A pesar de las circunstancias que pudieron haberse presentado en algún momento durante este proceso de capitalización del Banco Central, el hecho de no haber hecho nada es en sí una falta que esperemos no lamentar en un futuro cercano. No es premonición, es realidad. Este Gobierno ha heredado una crisis sanitaria y económica que lo obliga a tomar acción sin cejar.
Es irrefutable la siguiente afirmación: La Ley 167-07 de Recapitalización del Banco Central fracasó durante la década de vigencia que establecía, pero su fracaso no por sí misma, sino por quienes tenían la responsabilidad de aplicar.
Ahora sabemos que las actuales autoridades, dándole seguimiento al proyecto que viene desde el año pasado, buscan una solución alterna: un fideicomiso estatal con el que se pasaría la deuda del Banco Central al Ministerio de Hacienda en un período de 20 años. Sin embargo, si esto no se aprueba ahora habrá que replantear todo el proyecto otra vez. ¿Hasta cuándo aguantará esto? Es mejor no averiguarlo.