“La economía nacional es como una bicicleta que se mueve sobre los ejes de la innovación. La innovación es un proceso complejo que gira sobre los ejes de sus requerimientos permanentes de normas, pruebas, ensayos, mediciones y evidencias del cumplimiento de reglas”
-el autor.
En sentido general, la infraestructura de la calidad, cuando goza del reconocimiento regional e internacional, contribuye al desarrollo del comercio mediante la garantía del cumplimiento confiable de estándares de cualquier tipo; pruebas y ensayos; mediciones confiables o trazables al sistema internacional, y difusión de las acreditaciones que suman confianza a las transacciones económicas de todo tipo. Indudablemente, la IC genera ventajas competitivas que determinan la diferenciación de productos y procesos en cualquier cadena de valor industrial.
Todo esto es posible cuando esta infraestructura permanece al margen del clientelismo político o cuando no es instrumentalizada para premiar con empleos favores electorales.
No hay ganadores privilegiados con la IC. Gana el sector industrial, no importa el sector o el subsector que se trate; los servicios, el comercio interno y externo (importaciones y exportaciones); los reguladores estatales; los centros o instituciones de investigación y desarrollo; la comunidad científica y académica (“la ciencia comienza con las mediciones”-decía Dmitri Mendeléyev); los organismos que evalúan la conformidad; las entidades de arbitraje y disputas comerciales, y el sector de la salud, entre otros.
Todos estos actores requieren los servicios de normalización, calibración y verificación de instrumentos y equipos de medir, pruebas y ensayos, inspecciones y evaluaciones, certificaciones y acreditaciones.
A veces es poco visible cómo, por ejemplo, la normalización y la tecnología caminan juntas en materia de ciberseguridad; prevención de la falsificación y el fraude; codificación de la información de las cúlulas y tejidos humanos (Directiva 2004/23/CE-requisitos de calidad y seguridad para la donación, ensayo, tratamiento, preservación, almacenamiento y distribución de células y tejidos humanos); sistemas de información para gestión de desastres y emergencias; interoperabilidad de la tarjeta electrónica sanitaria; protección y privacidad de los datos; identificación biométrica y firma electrónica y software para filtrado en Internet, entre otros muchos ámbitos de penetración de las modernas tecnologías.
Si el sistema nacional de innovación se concibe como el principal pilar para pasar a una economía más compleja, a una que ponga la producción de conocimiento útil en el primer peldaño de las prioridades políticas y de la agenda empresarial, ¿cómo entonces olvidar la inclusión de la IC como uno de sus pilares fundamentales?
La realidad es que seguimos sin dar mucha importancia a la innovación, y mucho menos a la IC, particularmente donde más se necesita que se haga: en las áreas que representan altos costos de importación, causan daños al medio ambiente o afectan la seguridad o protección de los consumidores. ¿Tendrá la IC que ver con ello? Parceería que es una manera de generar ventajas competitivas poniendo el acento en la calidad como conjunto de actividades técnicas interrelacionadas.
Si realmente aspiramos a labrar el acceso a los mercados extranjeros y preservar los mercados domésticos, de nada vale el viejo discurso del nacionalismo productivo.
Recordemos que la globalización se sustenta en mercados que ofrecen productos no sólo de menor precio, sino también de mayor calidad, por lo que es imperativo que los procesos y los productos cumplan con requisitos mínimos de calidad. Estamos hablando de calidad, seguridad, confiabilidad, interoperabilidad, cuidado del medio ambiente e higiene, entre otros aspectos. Hoy estamos obligados a proporcionar una prueba creíble del producto o proceso.
Si el don Quijote de la economía nacional en realidad pretende ser más competitivo dentro de la economía global, inevitablemente debe dejarse acompañar y aconsejar por el Sancho del Sistema Nacional para la Calidad.