El Banco Central dominicano (BCRD) acaba informar que en los primeros nueve meses del año las remesas recibidas alcanzaron los US$7,309.4 millones. Esta es, por supuesto, una buena noticia. El hecho de que lleguen remesas, las que deben ser agradecidas a los cientos de miles de dominicanos que lo hacen, siempre será saludable para la economía, especialmente por su efecto en las cuentas externas del país y directamente en las familias que las reciben.
Bien presentadas, las autoridades del BCRD destacan que los US$7,309.4 millones superan en US$2,016.5 millones a las remesas recibidas entre enero y septiembre de 2019. Sin embargo, también admiten que (o comienzan a admitir) que al comparar los flujos recibidos a septiembre de 2022 con los del mismo periodo de 2021 se observa una reducción de unos US$551.9 millones.
En este orden, durante el mes pasado, particularmente, las remesas sumaron US$790.6 millones, lo que, según el Banco Central, reafirman el establecimiento de un nuevo nivel de flujos de remesas mensuales en torno a los US$800.0 millones.
Sin embargo, lo que realmente ha sucedido (y viene sucediendo) es que el flujo continuó en descenso en septiembre, pues hay una caída neta de US$39 millones, un 4.7%, cuando se comparan los US$790.6 millones de septiembre de este año con los US$829.6 millones ingresados en igual mes del año pasado.
Cuando se pasa lista a los meses transcurridos en este año, la caída relativa respecto a 2021 ha sido de un 7%, al pasar de US$7,861.3 millones a US$7,309.4 millones en el período analizado.
El Banco Central ha indicado que el desempeño económico en Estados Unidos ha sido uno de los principales factores que sigue incidiendo sobre el descenso de las remesas, ya que desde ese país provino el 84.9% de los flujos de septiembre y cuya economía se ha visto afectada por alta inflación y desaceleración económica.
Siempre he dicho que las remesas, por más buenas y saludables que sean para las economías, deben servir como la prueba implícita del fracaso del modelo económico de los países, toda vez que son el fruto de los ciudadanos que tuvieron que dejar su tierra porque no hallaron oportunidades en ella para materializar sus sueños de progreso.
Las remesas, por tal razón, representan uno de los sectores más volátiles porque dependen de las condiciones en que esté el país emisor. En este caso, como es harto conocido, Estados Unidos atraviesa por momentos económicos difíciles, ya que está coqueteando con la recesión tras una política monetaria restrictiva y un dólar que se fortalece, encareciendo las importaciones.
Lo que sí debería alegrar a cualquier país es saber que las inversiones de sus connacionales generan valor agregado a la economía independientemente del lugar donde estén produciendo. Esto puede verse desde dos puntos de vista: las exportaciones nacionales, porque son las que realmente provienen del esfuerzo propio del país (con observación), y las que generan empresas dominicanas radicadas en otros países.
Aunque en este año habrá crecimiento con alta inflación, durante 2023 la situación podría ser de pronóstico reservado. Los productores de petróleo han rebajado las proyecciones de demanda y el Fondo Monetario Internacional (FMI) también dice que será un año difícil. Este escenario no es bueno para las remesas.