La deuda dominicana, se puede decir a los cuatro vientos, ha mejorado su calidad. No significa que la celebración debe ser a todo gas, pero ciertamente que la forma en que las autoridades han manejado la deuda pública ofrece un panorama más alentador respecto a la situación financiera del país y sus posibilidades de seguir accediendo a los mercados de capitales en mejores condiciones.
Sólo la información de una mejoría en la calificación crediticia, hecho que ocurrió en diciembre del año pasado, se ha traducido en una disminución de los tipos de interés y, por consiguiente, una mejor posición en el EMBI, el índice de bonos de los mercados emergentes utilizado como punto de referencia por los que invierten en deuda soberana.
Todo ha salido bien, a pesar del entorno incómodo y volátil en que han navegado las economías más importantes del mundo.
Es bueno y oportuno recordar que a mediados de este mes, el ministro de Hacienda, Jochi Vicente, ofreció informaciones muy halagüeñas respecto a las cuentas nacionales. Aseguró que en términos fiscales el Gobierno logró mantener la senda de la sostenibilidad durante el 2022, impulsada por un aumento en las recaudaciones y eficiencia en el gasto.
Conectado con esta información, en diciembre del año pasado el funcionario informó que por primera vez en la historia República Dominicana se acercó al anhelado grado de inversión, luego de que el país alcanzara la calificación crediticia “BB”, otorgada por la agencia Standard & Poor’s (S&P Global).
Estas son buenas noticias, tomando en cuenta que en estos momentos hay dos retos importantes en todo el mundo. Se trata de dos crisis: la de precios y la deuda. Todos los países han aumentado su nivel de endeudamiento, ya que tuvieron que emitir bonos para cubrir el déficit fiscal generado por los programas de subsidios para contrarrestar los efectos de la pandemia y, más adelante, para aguantar la escalada de precios.
En todo esto, República Dominicana ha salido muy bien, al bajar su relación de deuda con el PIB en casi dos puntos porcentuales, al pasar de un 61% a un 59%, mientras que en el caso de la deuda del sector público no financiero ha sido mayor que la consolidada, pues pasó de 49.7% como porcentaje del PIB y al cierre preliminar del 2022 terminó con un 46.1%.
Es de orden recordar que en 2022 y, como parte de la estrategia para contener la inflación, se destinaron RD$85,922.1 millones para amortiguar el alza en productos de consumo masivo, incluyendo combustibles, alimentos y transporte. La realidad ha sido retadora.