Históricamente, las relaciones comerciales, políticas y diplomáticas entre Haití y República Dominicana han sido relativamente tensas y conflictivas, aunque en algunos períodos mucho más que en otros.
En efecto, desde la invasión haitiana a la nación dominicana el 9 de febrero de 1822 y hasta el día de hoy con las intenciones haitianas de construir un canal para desviar el Río Masacre hacia Haití, son numerosas las vicisitudes y confrontaciones que ha habido entre dominicanos y nacionales de ese vecino país. Todos saben que Haití y República Dominicana comparten la isla de La Española, aunque con marcadas diferencias de idiomas y culturas.
Mientras Haití se convirtió en la primera nación independiente de América Latina tras una exitosa revuelta de esclavos en 1804, nuestro país siguió siendo una colonia hasta su independencia en el 1844. Toda esta divergencia histórica ha influido de manera decisiva en las relaciones entre ambos países.
Las primeras tensiones entre República Dominicana y Haití surgen de las diferencias ideológicas, de los problemas políticos en esa empobrecida nacional, así como a partir de la situación migratoria.
Por ejemplo, la entrada masiva de ciudadanos haitianos de forma ilegal ha sido, por muchos años, una fuente de conflictos que, a su vez, se han profundizado por las deportaciones de estos mismos haitianos, el tráfico ilegal de armas y de migrantes, y por el contrabando de mercancías.
Haití ha enfrentado importantes desafíos económicos y sociales a lo largo de su historia que la han convertido en el país más pobre de la región y uno de los más inestables políticamente hablando.
Bajo una situación de vacío institucional, esa nación ha visto surgir bandas criminales que hoy controlan la mayor parte de los centros urbanos, lo que ha afectado el comercio y las transacciones de los agentes económicos de este país. Es tal la situación de incertidumbre política de Haití que grupos armados compuesto por extranjeros y nacionales, dieron muerte al presidente de turno, profundizando aún más la situación de crisis políticas, económica y social.
Mientras tanto, la comunidad internacional se debate entre el desinterés expreso de intervenir esa nación, y la necesidad de que la región siga acumulando fotos de desestabilización. Contrariamente, República Dominicana ha venido experimentando un crecimiento económico durante los últimos 40 años, con una estabilidad macroeconómica, política y social envidiable.
A pesar de todo esto, nuestro país tiene que cargar con una demanda creciente por servicios públicos de la población ilegal proveniente de Haití, convirtiéndose esto en un problema de tipo presupuestario.
A pesar de las tensiones históricas y actuales, las ultimas azuzadas por la intención de construir un canal para desviar las aguas del rio Masacre hacia Haití, la nación dominicana y el vecino país han trabajado juntas para abordar desafíos comunes, como desastres naturales y la cooperación económica regional. Así también, ambos países son miembros de la Comunidad del Caribe (CARICOM) y de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), lo que le brinda oportunidades para colaborar en cuestiones de interés mutuo como es el tema que nos ocupa.
A pesar de todos los desafíos y tensiones, la búsqueda de soluciones conjuntas debe primar en las actuales circunstancias, aun cuando Haití carece de interlocutores válidos para sentarse en una mesa de negociaciones con nuestro país.