La economía peruana ha aprendido a navegar en un ambiente político turbulento. Así ha sido durante los últimos 30 años. Y no ha caído. La inestabilidad del sistema democrático, con Presidentes que se suceden antes de terminar su mandato, algunos sometidos a la justicia por diversas razones, incluyendo corrupción administrativa, ha sido el transcurrir de la cotidianidad institucional de este país sudamericano.
La presidente actual, Digna Boluarte, es producto del último episodio de inestabilidad política, una crisis que se generó tras la salida de Pedro Castillo, sustituido por el Congreso tras éste intentar un autogolpe para salir de una situación que lo tenía entre la espalda y la pared. Todo indica que la Presidencia le quedó grande al expresidente, quien hoy cumple prisión provisional.
El hecho de haber tenido diez Presidentes en los últimos cinco años es la prueba irrefutable de lo que ha tenido que resistir esta nación y, por supuesto, su economía. Y aquí es está la parte más destacable.
¿Cómo es posible que la economía peruana haya podido sobrevivir o salir airosa ante tantos episodios difíciles en su sistema democrático? La respuesta está en un elemento que el exministro de Economía y Finanzas de ese país, David Alfredo Tuesta Escaño, define como fundamental. Se trata de la credibilidad del Banco Central de Reservas.
Sus decisiones de política monetaria cuentan con la credibilidad y autoridad suficientes para ejercer influencia en una economía separando los efectos posibles de un proceso de desconfianza e inestabilidad política.
Es lógico que Perú necesita una reforma constitucional para hacer más fuerte y menos poroso el poder que debe tener quien presida el Estado. En este momento, sin embargo, hay un tema de falta de credibilidad en quienes conforman el Poder Legislativo, lo que imposibilidad llevar a cabo esta reforma.
La Presidente actual, que está para terminar un mandato constitucional, puede hacer algo: renunciar y obligar el cese del Congreso para renovar ambos poderes. El tema es que tampoco hay voluntad por razones obvias.
Lo obvio aquí es confiar en que algún día Perú tendrá estabilidad política y crecimiento económico al mismo tiempo.