En ocasión del Día de la Industria Nacional, nos mueve a realizar una reflexión sobre la necesidad de trazar políticas de Estado que continúen la revitalización este importante pilar económico y sociedad. Si bien es cierto que el sector industria es hoy tan clave como siempre, no es menos cierto que es un participante en la economía nacional que merece ser destacado y adoptar políticas puntuales para incentivar su desarrollo.
República Dominicana inició su camino de industrialización a través del sector agropecuario, desarrolló una fuerte agroindustria en las décadas de los años 60 y 70, los cuales fueron esenciales para colocar al país en el sendero del crecimiento exponencial que se empezaron a vivir en los años 90. Más recientemente, el valor de contar con una industria nacional fuerte fue reconocida por la pandemia del covid, pues cuando se cerró el mundo, nos mantuvimos abastecidos en el país.
En un sentido más llano, la industria es una fuente tangible, segura y longeva de empleos e inversiones. Contar con una base manufacturera nacional es una forma de continuar creando más trabajo formal, dignos y esenciales para nuestra gente, además del encadenamiento productivo que se desprende de esta producción nacional.
Es claro el valor de la industria nacional. Si bien es cierto que ya vivimos en una economía globalizada y las medidas proteccionistas no tienen cabida en el mercado internacional, también es el caso de que la industria local enfrente el reto más serio que se ha presentado en los últimos 50 años: competencia desleal, mercancía subvaluada y comercio informal desde el exterior.
Es ya de harto conocimiento del mercado dominicano de que exportadores poco escrupulosos, mayormente provenientes del oriente, hacen un “dumping” de mercancía en nuestro país, productos sin control de calidad, que no pagan impuestos y que son informales. Para la industria y el comercio dominicano, que está apegado al cumplimiento de la normativa en el país, este tipo de práctica anticompetitiva o desleal constituye una estocada mortal, además de que llevará también a vaciar las arcas del estado.
La industria dominicana también se ha mostrado capaz de asumir un papel exportador muy considerable, siendo un líder de conquistar mercados en el Caribe y Centroamérica. Sin embargo, para continuar en este camino – que es únicamente ganar-ganar como país, debemos también presentar políticas más concretas para simplificar esta posibilidad de crecimiento y desarrollo.
Igualmente, hay que hacer un énfasis en la educación técnico-profesional, para crear al personal debidamente entrenado que también facilite las condiciones para este mercado. Asimismo, en la reforma fiscal que se avecina, mejorar el sistema fiscal para reducir las cargas a este sector y simplificar el cumplimiento tributario, con miras a incentivar la inversión a largo plazo.
Debemos reiterar que la industria nacional es un sector vibrante, en crecimiento, esencial para el desarrollo nacional. Pero si no atendemos las urgentes necesidades de este, no crearemos las condiciones para que continúe su crecimiento, algo que será un perjuicio para nuestro país y su gente. ¡Apoyemos la industria nacional!